Historias de sobrevivientes
21 de diciembre, de 2017 • 5 Min

Usar la energía a mi alrededor me ayudó a sanar

Judith Glaser

pancreatic cancer patient Judith Glaser
  • Dolor abdominal después de una mastectomía doble conduce a un diagnóstico de cáncer de páncreas metastásico
  • Mutación de BRCA2 influye en el tratamiento
  • FOLFIRINOX y otras quimioterapias junto con la energía de otras personas para sanar

Me diagnosticaron cáncer de páncreas en diciembre de 2015.

La noticia llegó después de luchar dos veces contra el cáncer de mama. El primer diagnóstico lo recibí el 11 de septiembre de 2001. En ese momento, me realizaron una tumorectomía mamaria seguida de quimioterapia y radiación. Durante ese tiempo, me sometí a pruebas genéticas y descubrí que tengo la mutación de BRCA2. El cáncer regresó en el verano de 2015. Me realizaron una mastectomía doble, seguida de cirugía plástica.

Después de la cirugía reparadora, esperaba que sanar fuera fácil. Mi mente estaba preparada para la sanación y contaba con mucho apoyo de mi familia. Sin embargo, no tuve una experiencia curativa. Comencé a tener dolor abdominal, pero me dijeron que estaba relacionado con la cirugía reparadora. Luego comencé a perder peso y sentía un dolor pronunciado debajo de la mama. Finalmente, fui a la sala de emergencias de Norwalk Hospital con mucho dolor.

Un nuevo diagnóstico de cáncer

Tuve suerte de que me atendiera un gastroenterólogo. Vio que tenía ictericia y que necesitaba que me colocaran una endoprótesis de inmediato en el conducto biliar para detener la acumulación de bilis en el hígado, la cual había permitido que se desarrollara la ictericia debido al aumento de bilirrubina en el torrente sanguíneo. El próximo paso era averiguar qué había causado la obstrucción del conducto biliar. Después de una tomografía computarizada y otras exploraciones, me dijeron: “Tiene un tumor de 4.4 cm que envuelve el páncreas. 4.4 cm es grande y es un tamaño que es mortal. Envuelve las venas y las arterias en la parte superior del páncreas, por lo cual es imposible operarlo”.

El 24 de diciembre, me reuní con el Dr. Joseph Ruggiero (ya jubilado) de Weill Cornell Medicine en Nueva York. El médico me dijo que yo era candidata para recibir FOLFIRINOX, una combinación de quimioterapia por la que con frecuencia se opta para las personas que tienen la mutación de BRCA2. Después de considerar otras opciones, elegí FOLFIRINOX.

Comienza la sanación

La quimioterapia fue desorientadora y hubo momentos en los que tenía dificultad para pensar de forma lógica, pero mantuve una actitud saludable y la voluntad de vivir. Soy instructora ejecutiva y comencé la quimioterapia una semana antes de lanzar un programa internacional para 1000 personas de 75 países. Decidí ser sincera con los instructores y contarles lo que estaba atravesando. Me alegra haberlo hecho. Lo que sucedió después literalmente me cambió la vida. Los entrenadores decidieron enviarme plegarias y rezar todas las mañanas a las 9:00 en cualquier país en el que se encontraran. Mi hija y mi esposo enviaban actualizaciones a amigos y familiares y muchos enviaban notas con plegarias para ayudar con la sanación.

Yo compartía historias sobre mi tratamiento y sus efectos; conversaba con muchas personas sobre lo que estaba experimentando. Comencé a sentirme viva y conectada. Poder ser sincera y honesta sobre mi experiencia con el cáncer fue algo liberador y, a pesar de lo que estaba atravesando, sentía que muchas personas me amaban y se preocupaban por mí, entre ellas mis amigos, familiares y todos los entrenadores que me enviaban energía saludable. Descubrí que el hecho de compartir era terapéutico. Estar comprometida con las personas que deseaban que me curara me alentaba mucho. La quimioterapia me hizo perder peso: en un momento llegué a pesar menos de 110 libras (50 kg), y mido 5’ 7” (1.70 metros). Tenía un aspecto horrible, casi esquelético. Pero las plegarias y los buenos deseos de las personas a mi alrededor me dieron apoyo espiritual y me brindaron la energía sanadora que mi cuerpo usó para mantener su vitalidad.

Después de cinco meses, el tumor en el páncreas se redujo a menos de 1 cm, aunque todavía tenía nódulos pequeños en los pulmones. Mi esposo Richard fue mi roca y salvación durante todo esto. Estuvo a mi lado y me ayudó a descubrir qué es lo que más necesitaba, desde alimentos especiales hasta cómo afrontar los desafíos del desarrollo de un enorme negocio. Nos invitaron a viajar a Australia e Irlanda y a otros países. Con la ayuda de Rich, hicimos esos viajes. Poder mantenerme en contacto con otras personas, en lugar de permanecer en cama, fue una poderosa experiencia para mí. Ya no me sentía enferma, me sentía sana. Mediante la quimioterapia y finalmente dejar que las personas me ayudaran en lugar de ser siempre yo la que ayudara a los demás, ahora me va bien y soy capaz de viajar por todo el mundo.

Lecciones aprendidas

Cuando una persona se entera que tiene cáncer, es algo aterrador, confuso y nada fácil de asimilar. Y si recibe un diagnóstico de cáncer de páncreas, debe actuar con rapidez para mejorar sus probabilidades de recuperación. Yo quería encontrar una manera de prosperar a pesar del cáncer. Permitir que las personas me ayudaran y compartir mi experiencia fue una lección muy poderosa. Mi familia creó un círculo de salud a mi alrededor. Por ejemplo, mis hijos, que estaban conmigo todo el tiempo, me orientaron durante los meses en los que no quería comer sentándose a mi lado y diciendo “toma otro bocado” cuando yo pensaba que no era capaz de hacerlo. El hermano de Rich es médico, y él y Suzanne, una de mis mejores amigas, venían a verme todas las semanas para asegurarse de que yo hacía lo que me dijeron que hiciera.

Me dijeron que era un milagro andante, y también era un ‘experimento andante’, y esta es una etiqueta muy diferente a ‘persona enferma con cáncer en estadio IV’. La manera en que pensamos sobre nosotros mismos y cómo nos etiquetamos cambia mucho las cosas en el proceso de sanación. Descubrí que este proceso de sanación fue la experiencia más fascinante de mi vida. Y siempre espero con interés el próximo capítulo de mi trayectoria.

Judith falleció después de una batalla de tres años contra el cáncer de páncreas en estadio IV. Ella compartió su espíritu indomable y su voluntad de vivir con todas las personas que conoció. Ofrecemos nuestro más sincero pésame a su familia.