Historias de sobrevivientes
29 de noviembre, de 2021 • 4 Min

Una segunda opinión da esperanzas para el futuro

Leanne Pierce

pancreatic cancer patient Leanne Pierce and family
  • Viaje en busca de una segunda opinión, tratamiento y manejo de efectos secundarios
  • Quimioterapia con FOLFIRINOX
  • En un descanso de la quimioterapia

En 2018, la semana en que cumplía 45 años, me diagnosticaron adenocarcinoma de páncreas en estadio IV.

En el momento de mi diagnóstico, trabajaba a tiempo completo, era una ocupada madre y esposa, y criaba a mis hijos de 7 y 9 años.

La noticia de que era cáncer llegó después de varias semanas de síntomas generales como reflujo gástrico, un poco de tos, malestar estomacal y fatiga leve. También comencé a tener sudores nocturnos, sofocos y otros cambios que tienen las mujeres como parte natural del envejecimiento. Después de una fiebre persistente, mi médico de cabecera hizo varios exámenes que dieron negativo, incluido uno de mononucleosis, que fue la última prueba antes de que tomara medidas.

Una amiga enfermera insistió en que procurara más respuestas, por lo que la noche antes de cumplir 45 años fui a una sala de emergencias cerca de mi casa en Rhode Island. Después de toda una noche de pruebas, insistí en que me hicieran una tomografía computarizada. En cuestión de horas, los médicos me informaron que tenía una lesión quística de 2.5 cm en el páncreas y lesiones adicionales en el hígado. También encontraron ganglios linfáticos que reaccionaban a lo que había en mi cuerpo. Después de hacer más pruebas, finalmente se concluyó que tenía cáncer de páncreas en estadio IV.

En busca de una segunda opinión

Los oncólogos de un hospital local de Rhode Island consideraron dos opciones de quimioterapia: un tratamiento de quimioterapia convencional o un régimen de quimioterapia reducido al que llamaban un ensayo clínico. Los médicos creían que el régimen reducido probablemente me brindaría una mejor calidad de vida que la que me daría el tratamiento convencional actual. Con la información sobre mis opciones y el conocimiento de que tenía cáncer, busqué una segunda opinión. Me comuniqué con el Dana-Farber Cancer Institute en Boston, Massachusetts, y el equipo me atendió de inmediato. Me recetaron FOLFIRINOX y seguí como paciente allí, bajo el cuidado de la Dra. Nadine McCleary.

Antes de empezar la quimioterapia, tomaron otra biopsia y me hice pruebas genéticas y genómicas; el objetivo era obtener información personalizada para ensayos clínicos y las opciones de tratamiento disponibles en caso de que el FOLFIRINOX no funcionara o si no podía tolerarlo.

La vida durante la quimioterapia

Los tratamientos de quimioterapia fueron intensivos; duraban de cuatro a seis horas diarias cada dos semanas. Recibí un total de 50 tratamientos. Mientras tanto, también recibí una serie de tratamientos que ayudaron con los efectos secundarios (por ejemplo, hidratación, recuento de glóbulos blancos y estimulantes de plaquetas). Además, guiada por la nutricionista de Dana-Farber, Hannah Dalpiaz, comencé a hacer cambios importantes en mi estilo de vida, como modificar mi alimentación para reducir el azúcar, la harina y los alimentos y bebidas ácidos. También exploré opciones de tratamientos alternativos: me hacía acupuntura cada quince días, así como sesiones de acupresión con énfasis en visualización, imaginando resultados positivos con la esperanza de ayudar a hacerlos realidad.

Mi primera tomografía de seguimiento después del tratamiento con FOLFIRINOX dio noticias alentadoras: el tumor se había reducido en un 75 %. Las tomografías posteriores mostraron que las cosas se mantenían estables, lo que no era necesariamente una mala noticia, pero tampoco lo que quería oír. Con el tiempo, la estabilidad se convirtió en mayor reducción.

Una mancha en el hígado permaneció durante todo el tratamiento. En diciembre de 2019, las tomografías revelaron que ya no tenía cáncer activo en el páncreas, pero la gran mancha en el hígado todavía estaba allí. Mi esposo y yo le pedimos al equipo médico que eliminara la mancha y le hiciera una biopsia. Inicialmente, el comité de tumores no estuvo de acuerdo. Mi oncólogo insistió y le pidió al comité de tumores que volviera a revisar mi caso.

En marzo de 2020, al comienzo de la pandemia, me extirparon la mancha mediante crioablación. Una biopsia posterior reveló una noticia positiva: la mancha no era cáncer en absoluto, sino probablemente un quiste que tenía desde que nací. Esto explicaba por qué era el único lugar que no había reaccionado a la quimioterapia. Después de otra serie de tomografías, el médico me recomendó tomar un descanso de la quimioterapia.

Descanso de la quimio

No he recibido tratamiento para el cáncer activo desde el 9 de junio de 2020. Voy al Dana-Farber para hacerme tomografías cada tres o cuatro meses, y estas siguen sin mostrar cáncer activo.  Sigo teniendo esperanza para el futuro.

Siempre insisto en la importancia de buscar una segunda opinión en un hospital oncológico importante o en un centro de oncología universitario. Esto es no solo para obtener una segunda opinión, sino también para recibir tratamiento en un hospital que atiende y trata a más pacientes con cáncer de páncreas que un hospital local. Es muy importante poder controlar los efectos secundarios de la quimioterapia, y esos hospitales están muy familiarizados con este aspecto del tratamiento. Los médicos y enfermeras de Dana-Farber conocían bien los efectos secundarios que tuve y ayudaron a controlarlos, lo que creo que fue un factor importante para que pudiera continuar con el tratamiento tanto tiempo.