Historias de sobrevivientes
1 de noviembre, de 2021 • 4 Min

Elección del médico adecuado

Rita Krueger

pancreatic cancer patient Rita Krueger, her husband and dog
  • Picazón en la piel conduce a un diagnóstico de cáncer de páncreas
  • Cambio de médico después de una segunda opinión
  • Tratamiento aparentemente ineficaz tiene resultados sorprendentes

A principios de febrero de 2018, comencé a sentir picazón en la piel.

Programé una cita con mi médico de cabecera y, a partir de ahí, las cosas se intensificaron. Con los primeros análisis de sangre, el médico me dijo que el páncreas no producía suficiente insulina, que era diabética y que las pruebas de funcionamiento hepático eran anormales. Yo no podía creerlo. En esa época estaba siguiendo un programa de ejercicio y alimentación. Hacía ejercicios cardiovasculares tres veces por semana, preparaba toda mi comida desde cero y seguía una dieta baja en azúcar refinada. No había ningún diabético entre mis padres y mis diez hermanos ni en las generaciones conocidas de mi familia.

A fines de febrero me hicieron una ecografía, una resonancia magnética y una tomografía computarizada de la zona gastrointestinal, y se confirmó un tumor en el páncreas. También me habían hecho una endoscopia para tomar una biopsia del tumor, junto con otro procedimiento para insertar un stent en el conducto biliar y así abrir la vía bloqueada hacia el páncreas. Esta era la causa de la picazón. ¿Fue una bendición?

El 1 de marzo de 2018, a los 53 años, me diagnosticaron adenocarcinoma de páncreas en estadio avanzado I/estadio temprano II.

Una segunda opinión y cambio de médico para sobrevivir

Hasta este momento, me atendía con médicos locales. Antes de la biopsia, el oncólogo local asumió que el tumor era maligno; luego, un extraño giro de fortuna hizo que viera al cirujano asignado antes que al oncólogo. En esta cita me dijeron que pusiera mis asuntos en orden. Derramé muchas lágrimas. El médico salió de la habitación y regresó 20 minutos después hablando de la posibilidad de hacer un procedimiento de Whipple de inmediato, seguido de quimioterapia. Yo estaba en estado de shock. Nunca me habían operado de nada.

Mi esposo me convenció de buscar una segunda opinión en Mayo Clinic en Rochester, Minnesota. Fue un alivio que me aceptaran como paciente. Tenían una mejor opción de tratamiento que mi equipo médico de ese momento. Por la gracia de Dios, mi cirujano fue el Dr. Mark J. Truty. Varios médicos nos dijeron que se lo considera el mejor en su área de trabajo, y que hace cirugías complejas que otros no intentarían. Creo que la atención del Dr. Truty y su equipo y mi fe en Dios fueron fundamentales para tener resultados sobresalientes.

La quimioterapia que parece ineficaz nos da una sorpresa

Antes de comenzar la quimioterapia investigué por mi cuenta y consulté con un nutricionista, lo que me llevó a ayunar 36 horas antes de cada sesión de quimioterapia intravenosa. Volvía a comer 20 horas después de la quimioterapia. Mi resistencia física fue mejor que el promedio después de la quimioterapia y no me dieron náuseas.

Mi primer régimen de quimioterapia fueron dos meses de FOLFIRINOX. Consistía en rondas de cinco horas de tratamiento cada dos semanas, además de quimioterapia de dosis baja administrada durante 48 horas por una bomba de quimioterapia portátil conectada a la vía de acceso. Mis efectos secundarios de este régimen fueron razonamiento más lento, fatiga y una sensibilidad extrema al frío a través del tacto, el gusto y la respiración.

Dos semanas después de cada tratamiento, me hacía un análisis de sangre de marcadores tumorales, una PET/RM y una tomografía computarizada. Después de dos rondas, no había ningún cambio en los resultados de estas pruebas.

Me indicaron un segundo régimen de quimioterapia con gemcitabina y paclitaxel. Varios meses después, las pruebas no mostraron indicios de respuesta. A mediados de agosto comencé cinco semanas de radiación. Esto incluía tomar una pastilla de quimioterapia de capecitabina.

Durante el tratamiento, el tumor nunca pareció reducirse, y las probabilidades de una cirugía exitosa parecían ser bajas. Pero yo confiaba en el Dr. Truty. Eso, junto con mi fe en Dios, me dio esperanza en una curación milagrosa, por lo que seguí adelante con la cirugía.

Me operaron el 23 de octubre de 2018, y el procedimiento duró 10 horas. El Dr. Truty me extirpó el páncreas, el duodeno, el bazo y la glándula suprarrenal izquierda. También me extirparon y reconstruyeron varios vasos sanguíneos afectados en la masa tumoral. Dos días después de la cirugía, el informe de patología mostró resultados asombrosos. No quedaba cáncer en el tumor.

Mi segunda oportunidad

En nuestro recorrido juntos, el Dr. Truty no me dio garantías y me dijo que podría tener dos años de vida. Ya han pasado tres años desde el diagnóstico, y desde la cirugía no ha habido signos de cáncer. Mi enfermera oncológica me llama un caso atípico. Agradezco haber tenido una segunda oportunidad. No creo que estaría viva hoy si no hubiera ido a Mayo. El Dr. Truty es un hombre extraordinario y un médico innovador que va siempre un paso más allá. Él y su equipo me han dado la oportunidad de ser más consciente sobre cómo vivo mi vida.

En el otoño de 2021 comencé un programa de ejercicios con un entrenador en un gimnasio local para desarrollar los músculos de la espalda debilitados durante las terapias y la lenta recuperación de la cirugía. Creo que esto me está ayudando a recuperarme mental, física y emocionalmente del trauma de esta enfermedad.

En mi blog doy más información sobre mi tratamiento. Si quiere saber más sobre mí, también soy una usuaria activa en Facebook.