Historias de sobrevivientes
8 de marzo, de 2019 • 5 Min

Afrontar el cáncer de páncreas y aprovechar el tiempo prestado

Justin Baker

pancreatic cancer patient Justin Baker and family
  • A pesar de meses con dolor, el tumor fue difícil de detectar por su ubicación
  • El perfil tumoral detecta una mutación
  • Tratamiento con FOLFIRINOX y luego FOLFOX

En enero de 2017, comencé a sentir un dolor leve en el cuadrante superior derecho del abdomen. Estaba a punto de cumplir 38 años.

Fue la misma semana que nació mi hijo y dos semanas antes de tomar mis exámenes orales para mi certificación como cirujano oral, la culminación de 15 años de educación superior y dos años de preparación para la certificación. Pensé que el dolor era por el estrés o una úlcera. Comencé los estudios de diagnóstico adecuados con un gastroenterólogo, incluidos medicamentos y una ecografía endoscópica, pero no encontraron nada. El dolor aumentó con el tiempo y, para abril, el dolor se extendía desde la parte superior derecha a la parte superior izquierda del abdomen y me estaba afectando la espalda.

El dolor era tan intenso que comencé a tener insomnio, y a veces llegaba a pasar cinco días sin dormir o comer a pesar del uso continuo de varios sedantes. Cuando conseguía conciliar el sueño, el dolor me despertaba con frecuencia. Lamentablemente, tengo varias alergias, entre ellas al ibuprofeno, al acetaminofeno (paracetamol) y a la aspirina. Cuando un médico escucha esas tres alergias en un paciente que dice que tiene dolor, especialmente un paciente sin diagnóstico, piensa que es una persona que “busca drogas”. Esto hizo que fuera casi imposible conseguir alguna forma de analgésico. Además, en mi línea de trabajo, yo administro anestesia general a mis pacientes mientras opero; hubiera sido irresponsable y completamente peligroso trabajar bajo los efectos de los analgésicos. Por lo tanto, lidié con el dolor lo mejor que pude.

Durante esa época, me sometí a varias pruebas y consulté con muchos médicos diferentes cerca de mi hogar en Fairfax, Virginia. Además de las pruebas de diagnóstico para detectar úlceras y una colonoscopia con el gastroenterólogo, consulté con mi médico de cabecera, un especialista en enfermedades infecciosas, un endocrinólogo/inmunólogo, un cirujano general, un neurólogo, un cardiólogo, un especialista en dolor y fui más de una vez al departamento de emergencias. Incluso me extirparon la vesícula en junio. Tomaba todo tipo de medicamentos y cambié mi alimentación, pero nada aliviaba el dolor.

Comencé a perder el apetito y a bajar de peso; perdí un total de 70 libras hasta el momento del diagnóstico. Cuando recibí el diagnóstico, estaba débil, con cierto grado de alteración cognitiva, casi en sillas de ruedas, lo que posiblemente se describe mejor como emaciación o caquexia.

Finalmente, un diagnóstico: cáncer de páncreas

Después de investigar en línea a diario, mi esposa encontró un médico en Johns Hopkins que hablaba de un problema de vesícula poco frecuente que podía ser la causa del tipo de dolor que yo tenía. Fuimos a Baltimore y nos reunimos con el Dr. Anthony Nicholas Kalloo, un experto en la disfunción del esfínter de Oddi (ahora en Brooklyn, Nueva York). Él no creía que ese fuera el problema, pero me aseguró que descubriría lo que yo tenía. Al día siguiente, me hicieron una tomografía computarizada del abdomen. Mi esposa y yo fuimos a almorzar antes de salir de Johns Hopkins y recibimos un llamado del Dr. Kalloo para que regresáramos. Vio una masa en mi tomografía, que pensó que era un linfoma, así que programó una biopsia para la mañana siguiente. Una semana más tarde, obtuvimos los resultados: adenocarcinoma de páncreas.

Encontrar el tumor tomó más de siete meses de pruebas y citas con médicos. A pesar de todas las pruebas, el cáncer no apareció en ninguna imagen hasta casi dos meses después de que me extirparan la vesícula, debido a su ubicación. El tumor se originó en el borde externo del páncreas y creció hacia el tejido blando graso detrás del mismo, donde se desarrolló e involucró algunos nervios de la zona. Los tumores imprecisos en el tejido graso son difíciles de ver en las imágenes. Es por esto que mi dolor comenzó antes de que el cáncer se pudiera detectar con radiografías. Una vez que detectaron el tumor, se realizó un perfil tumoral y pruebas genéticas de la muestra de la biopsia.

El cáncer estaba en estadio IV. El tumor estaba creciendo desde la cabeza del páncreas, en la cavidad abdominal detrás del peritoneo, y había muy poca presencia del tumor dentro del páncreas. El tumor afectaba el tronco celíaco, la aorta abdominal, la arteria mesentérica superior y las arterias renales bilaterales. Había enfermedad metastásica presente desde el ganglio linfático de Virchow en el cuello hasta los ganglios linfáticos mesentéricos y retroperitoneales, además de una pequeña metástasis en el hígado.

Finalmente, me hicieron una evaluación diagnóstica extensa, costosa, intensiva, y a veces dolorosa, antes del diagnóstico. Mi esposa y yo somos profesionales médicos con bastantes conocimientos sobre este tipo de cosas, más medios económicos que la mayoría, y muchos amigos en la industria. Tuve suerte de tener los recursos para someterme a pruebas de diagnóstico que no estarían disponibles para la mayoría de las personas.

Recibir tratamiento

Las pruebas genéticas mostraron que tengo una mutación en el gen ATM, y se cree que los tumores con una mutación en el gen ATM también serán susceptibles a los tratamientos que son eficaces para el BRCA, como los medicamentos con platino. Comencé la quimioterapia con FOLFIRINOX, pero no la toleré bien, y sufría de cansancio y diarrea extremos, así que la cambiaron a FOLFOX. Un bloqueo del plexo celíaco ha eliminado el dolor.

Mis efectos secundarios son bastante típicos de un paciente con cáncer de páncreas, entre ellos, cansancio, diarrea, neuropatía, náuseas, depresión, insomnio, etc. Los he tolerado bastante bien con medicamentos. Tomo otros muchos medicamentos para controlar los síntomas, como dexametasona, loperamida, difenoxilato-atropina, duloxetina, budesónida, lidocaína, proclorperazina, metoclopramida y ondasetrón.

He vivido más tiempo de lo previsto originalmente y estoy contento de estar aquí con mi esposa y mis dos hijos pequeños. Nos mudamos de vuelta a nuestra ciudad natal de Columbus, Ohio, para contar con el apoyo de la familia. Me atiendo con el Dr. Jeffrey VanDeusen (anteriormente empleado en The Ohio State University), pero todavía me mantengo en contacto con la Dra. Valerie Lee, mi oncóloga de Johns Hopkins, y mantengo a mi cirujano general allí, el Dr. Matt Weiss, (ahora en Northwell Health en Nueva York) al tanto de mi situación.

Justin falleció después de una larga batalla contra el cáncer de páncreas en estadio IV. Ofrecemos nuestro más sincero pésame a su familia.