Una historia en dos partes, hasta ahora
- Una pérdida de peso sin explicación conduce al diagnóstico de un tumor neuroendocrino de páncreas
- Cirugía para extirpar el tumor
- Recurrencia y vida en tratamiento
- Apoyo psicológico
Mi nombre es Pablo Emilio Rodríguez Sánchez. Tengo 58 años y vivo en Bogotá, Colombia.
Mi experiencia con el cáncer neuroendocrino de páncreas se divide en dos partes. La primera parte comenzó en septiembre de 2019, cuando mi médico ordenó una ecografía abdominal para saber más sobre la pérdida de peso sin explicación. Los resultados mostraron una masa cerca del páncreas. Días después, una resonancia magnética del abdomen confirmó el diagnóstico de un tumor canceroso en el páncreas.
Una respuesta rápida a mi diagnóstico
Entré en pánico. Estaba en estado de shock. Debido al diagnóstico, corrí a la sala de emergencias de la Fundación Santa Fe de Bogotá. Allí me remitieron a especialistas en el sistema hepatobiliar y me realizaron una tomografía por emisión de positrones (tomografía PET) para identificar la ubicación exacta y descartar posibles metástasis.
Este estudio demostró que el tumor estaba ubicado en la cola del páncreas, que no había metástasis y que era un tumor neuroendocrino de páncreas en estadio II. Los médicos me dijeron que necesitaba operarme para extirpar la parte afectada del páncreas y el bazo, para destruir el cáncer por completo.
La cirugía se realizó el 7 de noviembre de 2019 en la Fundación Santa Fe. El Dr. Diego Triviño y su equipo médico realizaron la cirugía, que duró seis horas. Fue todo un éxito. Después de la cirugía, fue necesario controlar mis niveles de azúcar en la sangre con dosis de 500 mg de metformina, ya que tenía hiperglucemia. Mis médicos tenían miedo de que mi nivel de azúcar en la sangre aumentara y pudiera padecer diabetes. Por suerte, después de varios meses de dieta y ejercicio y de tomar el medicamento regularmente, mi nivel de azúcar en la sangre estaba bajo control, por lo que pude dejar de tomar metformina.
Con rumbo fijo
Dos veces al año, me hacía chequeos tanto con el Dr. Triviño como con mi endocrinólogo, el Dr. César Gutiérrez. Me hacían análisis de sangre, incluido uno para medir los niveles de cromogranina A (CgA), y también me hacían resonancias magnéticas con contraste. Luego, en octubre de 2020, mi endocrinólogo ordenó otra tomografía PET con Galio 68, para comprobar cuál era el estado de mi cuerpo y descartar nuevos tumores. El resultado de esta prueba fue satisfactorio, ya que demostró que mi cuerpo no tenía tumores.
Continué haciéndome controles y exámenes cada seis meses, cuidando mi alimentación y haciendo ejercicio, y no hubo otros signos de nuevos tumores. Sin embargo, en enero de este año, mi cirujano ordenó un nuevo estudio PET/TC con Galio 68 DOTANOC, que aumenta la detección de los receptores de somatostatina. Esto marca el comienzo de la segunda parte de mi historia.
El regreso del cáncer
En las primeras semanas de febrero de 2023, me hice una tomografía PET en la Fundación Santa Fe, y el 27 de febrero recibí los resultados. Diagnóstico: “Presencia de múltiples lesiones con alta expresión de receptor de somatostatina localizadas en el hígado, de aspecto metastásico y presencia de dos ganglios con alta expresión de receptor de somatostatina localizados en el mesenterio y en el retroperitoneo, de aspecto tumoral”.
Ese día, mi familia y yo estuvimos otra vez en estado de shock. Me comuniqué de inmediato con mi cirujano, el Dr. Triviño, y mi endocrinólogo, el Dr. Gutiérrez. El cirujano me atendió al día siguiente. Revisó los resultados y rápidamente me remitió al departamento de oncología de la Fundación Santa Fe. A los pocos días, tuve cita con dos oncólogos: la Dra. Deyanira González de la Fundación Santa Fe, uno de los especialistas en Endocrinología oncológica que más conoce de tumores neuroendocrinos en el país, y el Dr. Henry Vargas de Los Cobos Medical Center. Ambos me dijeron que estos tumores no se podían curar y que el tratamiento recomendado consistía en inyecciones mensuales de lanreótido 120 mg, y este era un tratamiento que continuaría indefinidamente.
Los oncólogos me explicaron que el objetivo principal era evitar que los tumores siguieran creciendo. También dijeron que, durante el tratamiento, podría ser necesario el uso de otros medicamentos, sin descartar una cirugía de hígado más adelante. Me dijeron que el lanreótido es un tipo de quimioterapia, pero que es diferente de la quimioterapia convencional porque ataca y regula las hormonas, no las células cancerosas. Los efectos secundarios pueden incluir dolor abdominal, náuseas, diarrea, malestar general, pérdida de peso y aumento de los niveles de azúcar en la sangre.
La vida recibiendo lanreótido
El 17 de marzo de 2023, recibí la primera dosis de la inyección con un pinchazo de aguja en la nalga. Ese día no sentí ningún síntoma, pero los siguientes dos días tuve un poco de náuseas e iba al baño con frecuencia porque tenía malestar estomacal y tenía que orinar con urgencia. Además, durante los primeros tres días, tanto la orina como las heces eran de color claro, pero al cuarto día después de la inyección volvieron a su color normal. Mis niveles de azúcar en la sangre también eran bastante altos, por lo que mi endocrinólogo me recetó nuevamente 500 mg de metformina una vez al día.
Hasta la fecha, he recibido cuatro dosis del medicamento y los efectos secundarios fueron pérdida de peso (casi un kilo o 2.2 libras) y aumento de los niveles de azúcar en la sangre, especialmente los primeros días después de la inyección.
Tengo programados chequeos en julio, tanto con los cirujanos como con los oncólogos y endocrinólogos. Mantengo la esperanza y me mantengo positivo. Creo que con el tratamiento podemos controlar esta enfermedad. Durante la última consulta, el Dr. Vargas me pidió que me hiciera otro estudio PET/TC con Galio 68 DOTANOC, a mediados de julio, como parte de un seguimiento. Mientras tanto, mi endocrinólogo, el Dr. Gutiérrez, me cambió la metformina a un nuevo medicamento llamado Xigduo XR 5 mg/1000 mg para ayudar a controlar mejor mis niveles de azúcar en la sangre.
Búsqueda de apoyo psicológico
El tremendo apoyo emocional de mi familia ha sido fundamental para mí tras recibir la noticia de la inesperada recurrencia de los tumores. Sin embargo, decidí buscar apoyo psicológico para no derrumbarme y mantener una actitud positiva el mayor tiempo posible, aunque confieso que ha habido días en los que me sentí absolutamente fatal. Cuando me doy cuenta de que estoy pasando por un mal momento, me miro al espejo y me digo: “A ver Pablo, esto no te va a vencer. Vamos a salir adelante”.
Mi psicóloga, la Dra. Liliana Cruz, además de ser coach de vida, es especialista en terapia transpersonal integral. Ella me brindó herramientas que me permitieron aprender a transitar los momentos difíciles, identificar el propósito de mi experiencia con el cáncer, manejar mis miedos de manera efectiva y sacar lo mejor de mí para disfrutar cada día de la vida con mi familia y mis mejores amigos. Este apoyo psicológico ha sido y seguirá siendo muy importante en momentos como los que atravesamos mi familia y yo.
Mi deseo es seguir compartiendo con todos ustedes, si me lo permiten, los avances de mi tratamiento, mis experiencias y las lecciones aprendidas. Espero que mi experiencia pueda ser una guía para otras personas que enfrentan situaciones similares. Juntos podemos esperar un futuro mejor a medida que la ciencia continúa avanzando.
Muchas gracias por leer mi historia. Mil bendiciones.
Pablo envió su historia en español y la tradujimos para nuestros lectores en inglés.