Frente a mi mayor peligro: el cáncer de páncreas
- La ictericia finalmente trae un diagnóstico
- Arriesgarse con un procedimiento de Whipple
- Quimioterapia y radiación difíciles
- Participación en un ensayo clínico
- Disfrutar la vida ahora
A principios del verano de 2009, cuando tenía 58 años, comencé a tener algunos problemas de funcionamiento corporal desagradables.
Empecé a tomar diferentes antiácidos y medicamentos para el reflujo de venta libre, lo que ayudó pero no resolvió la situación. Finalmente, programé una cita para ver a mi médico de cabecera. En esa primera intervención médica, me sugirió que comenzara a tomar regularmente Prilosec (que todavía tomo hasta el día de hoy), y recuerdo que me hizo un examen físico de rutina que incluía análisis de sangre básicos. Todos mis sistemas básicos funcionaban como debían y los análisis de sangre que solicitó dieron resultados normales. Mi peso era de aproximadamente 260 libras (unos 118 kilos), el mismo que durante los últimos 25 años. Mido 6’2” (aprox. 1.89 m) y siempre he sido un hombre grande. Debería haber bajado alrededor de 25 libras (unos 11.5 kilos) cuando era mucho más joven y más activo, pero nunca lo hice porque me sentía bien, casi nunca estaba enfermo, hacía actividad al aire libre y de vez en cuando iba al gimnasio.
Dos meses después, había perdido alrededor de 20 libras (unos 9 kg). Me sentía bien, pero aún tenía gases y problemas de funcionamiento intestinal con algunos alimentos que comía, especialmente los alimentos fritos. Al haber nacido y crecido en el sur, los alimentos como el pollo frito, los macarrones con queso y las hamburguesas con queso fueron alimentos básicos durante toda mi vida, pero ahora era incómodo consumirlos. Mi esposa me convenció de que consultase a un especialista gastrointestinal para obtener más ayuda médica, ya que estábamos seguros de que debía tener algún virus intestinal. Nunca sospechamos nada parecido al cáncer, a pesar de que mi padre había recibido tratamiento para el cáncer de próstata cuando tenía 60 años y luego falleció a los 80 años (en 2001), después de luchar contra el cáncer de esófago durante unos dos años.
A lo largo de las siguientes ocho semanas tuve dos o tres visitas al consultorio de mi nuevo gastroenterólogo. Estas incluyeron pruebas muy específicas en el hogar y muestras de heces para análisis de laboratorio, que no mostraron nada anormal. Pero mi peso corporal ahora había bajado a alrededor de 230 libras (aproximadamente 104 kg). El médico también sospechaba que podía haber tenido un virus intestinal no identificado, pero nunca nos dijo que creía que el cáncer pudiera ser la causa de mis problemas.
Finalmente, un diagnóstico
A fines de agosto de 2009, mientras estábamos de vacaciones en nuestra cabaña en Blue Ridge, Georgia, me desperté una mañana totalmente amarillo de pies a cabeza y tenía picazón como si tuviera insectos caminando por toda la piel. Llamamos al médico con esta noticia y él sugirió que volviéramos a casa de inmediato, ya que probablemente tenía un conducto biliar obstruido que estaba causando la ictericia.
Varios días después, me colocaron un nuevo stent para abrir el conducto biliar obstruido, me hicieron una endoscopia de la porción alta del tubo digestivo para examinar la zona abdominal y ver la causa de la obstrucción.
Allí estaba, enorme, un tumor aproximadamente del tamaño de una moneda de 25 centavos unido a la cabeza del páncreas. Mi médico no tenía nada bueno que decir sobre este descubrimiento. Nos dio información estadística muy desalentadora y, al mismo tiempo nos explicó las pocas opciones de intervención médica disponibles en ese momento. Esta fue la primera vez que me dijeron que la tasa de supervivencia del cáncer de páncreas era de alrededor del 5 por ciento y que la mayoría de los pacientes fallecían en un plazo de tres a seis meses con o sin intervención médica. Mi esposa y yo volvimos a casa y pasamos las siguientes 24 horas aprendiendo lo que era el páncreas y por qué debíamos estar muy preocupados.
Pasé 33 años como oficial de policía trabajando en entornos muy hostiles, donde vi muerte y destrucción humana más de la cuenta sin preocuparme mucho por mi propia seguridad personal: ¡era parte del trabajo! Pero la parte más difícil de mi diagnóstico fue contarles a mis hijos adultos sobre mi cáncer y la dura realidad de mi muerte inminente.
Todo lo que leímos sobre el cáncer de páncreas giraba en torno a lo difícil que era detectarlo o sobrevivir a él. Mi propia experiencia con la detección demostró que estas afirmaciones eran muy precisas. El tiempo que transcurrió desde que tuve los primeros síntomas hasta mi diagnóstico fue de aproximadamente cuatro meses. Esto explicó completamente por qué tantas personas mueren a causa de este tipo de cáncer. En nuestra lectura aprendimos que muchos tipos de cáncer se pueden detectar y tratar con éxito antes de que lleguen a la fase avanzada, pero este no es el caso del cáncer de páncreas. La mayoría de los pacientes mueren porque este cáncer ya es avanzado y metastásico cuando se detecta. Aparentemente tuve “suerte”, ya que los médicos estimaron que mi tumor estaba en estadio II o apenas al comienzo del estadio III. También tuve la suerte de que el tumor estaba en la cabeza en lugar de en la cola del páncreas. Aprendimos que la ubicación del tumor tiene mucho que ver con qué tan bien y completa se puede realizar una intervención quirúrgica.
Introducción del procedimiento de Whipple
El camino que teníamos por delante era muy incierto. Algunos médicos trataban el cáncer de páncreas desde el comienzo con quimioterapia y radiación, mientras que otros utilizaban el procedimiento de Whipple para la extirpación quirúrgica. Mi familia quería que me extirparan el tumor antes de hacer ninguna otra cosa. Yo también estaba de acuerdo: ¡quería liberarme de este cáncer!
Lo primero que aprendimos fue que el procedimiento de Whipple era una cirugía muy compleja que no siempre era fácil de hacer por completo. Antes de la cirugía en St. Vincent’s Medical Center (Jacksonville, Florida), el Dr. Kenneth Jones, mi cirujano, me explicó que lo primero que haría al llegar al páncreas sería tomar muestras de todos los órganos circundantes para determinar si el cáncer ya se había diseminado. Nos dijo que si descubría cáncer en los tejidos circundantes, no procedería con la extirpación del tumor, ya que no serviría de nada. No me enteraría de lo que encontró hasta después de que me despertara de la anestesia, aunque el médico podría informar a mi esposa una vez que finalizara la cirugía.
En el otoño de 2009, me sometí a una cirugía de Whipple de 10 horas. Más tarde, en el área de recuperación, mi médico me informó que pudo extirpar el tumor, que no pudo encontrar evidencia de que el cáncer se hubiera diseminado a otras zonas, y que ahora yo tenía una mejor probabilidad de vencer al cáncer de páncreas. Mi médico creía que había podido extirparme todo el cáncer del páncreas. Me quedó aproximadamente el 50 por ciento del órgano, que todavía funcionaba.
Después de la cirugía de Whipple, permanecí en el hospital durante cinco semanas, con múltiples visitas a la Unidad de Cuidados Intensivos debido a episodios de fiebre alta, problemas de fallas de drenaje, intestinos que no funcionaban y más pérdida de peso. ¡Cuando salí del hospital pesaba 170 libras (unos 77 kg)! Me dieron el alta el Día de Acción de Gracias de 2009. ¡No comería pavo ese año!
Siguiente paso: quimioterapia y radiación
Después de descansar en casa durante las siguientes cuatro semanas, fui a la Mayo Clinic en Jacksonville para recibir quimioterapia. Mi primer tratamiento de quimioterapia comenzó el 31 de diciembre de 2009, y lo siguieron más tratamientos, luego radiación meses después y después otra ronda de quimioterapia. Mi último tratamiento de quimioterapia fue en agosto de 2010. Comencé con Gemzar, pero tuve una erupción cutánea grave, así que me cambié a FOLFOX. Podría escribir libros sobre lo mal que me sentí durante las partes más difíciles de estos tratamientos, pero no estoy seguro de poder explicar adecuadamente con palabras lo mal que me sentí. A la mayoría de las personas con las que he hablado que también sobrevivieron a sus tratamientos de quimioterapia también tenían dificultad para expresar con palabras lo miserable que la quimioterapia les hace sentir. En mi caso, me convirtió en una persona que no funcionaba. Me sentía horrible; en un momento permanecí acostado en la cama en posición fetal durante muchos días seguidos.
Incluso después de tantos años como sobreviviente, a menudo les he repetido a mi esposa y a mi familia que si mi cáncer volviera a aparecer, elegiría no volver a combatirlo si mi única opción fuera la quimioterapia que recibí durante este tiempo. Sé que ahora hay otras opciones, y las consideraría.
Participación en un ensayo clínico
En 2011, aproximadamente un año después de mi último tratamiento de quimioterapia, descubrí un ensayo clínico de una vacuna contra el cáncer de páncreas en Sidney Kimmel Cancer Center en Johns Hopkins (Baltimore) para pacientes que habían sobrevivido más de un año, se habían sometido a una cirugía de Whipple y habían completado la quimioterapia y la radiación. No había muchos candidatos que pudieran cumplir con todos esos requisitos, por lo que los investigadores que llevaban a cabo el ensayo se alegraron cuando presenté mi solicitud. Estuve en el ensayo durante los siguientes 18 meses. Cada 90 días viajábamos a Baltimore desde nuestro hogar en el área de Jacksonville para someterme a un tratamiento de una semana. Soy un gran admirador de los ensayos clínicos, pero el ensayo en el que estuve era muy costoso y tomaba mucho tiempo, y la mayoría de los seguros no lo cubrían. Los medicamentos del ensayo se proporcionaron sin cargo alguno, pero todo lo demás eran gastos por cuenta propia. ¡Espero que eso cambie algún día!
Buenas noticias, malas noticias
Después de que mi tratamiento y mi ensayo clínico terminaron, pasé los años siguientes aprendiendo cómo sería mi vida como sobreviviente del cáncer. Me hacían tomografías computarizadas cada 90 días. Pero en 2015, una pequeña masa en la parte inferior de mi pulmón derecho, que mis médicos habían estado observando desde mi diagnóstico original, creció aproximadamente hasta adquirir el tamaño de una moneda de diez centavos. Mi oncólogo estaba preocupado de que este fuera el tan anticipado regreso del cáncer de páncreas metastásico.
Se programó una biopsia ambulatoria para la semana siguiente, pero el procedimiento fracasó porque una de mis costillas bloqueaba la masa. Los médicos sugirieron que esperáramos unas semanas e intentáramos nuevamente desde un ángulo ligeramente diferente. El segundo intento fue exitoso.
Esta fue una de esas situaciones de “buenas noticias, malas noticias”. No tenía cáncer de páncreas metastásico. ¡Tenía un tipo de cáncer de pulmón de células no pequeñas! Desde que comenzó mi travesía con el cáncer, todos los nuevos médicos me preguntaban si era o había sido fumador de cigarrillos. Mi respuesta siempre fue la misma: nunca fumé cigarrillos, cigarros, pipas ni ninguna otra cosa. Para mí no parecía importar, porque ahora tenía un segundo cáncer que me atacaba en un plazo de cuatro años.
Después de consultar a mis médicos, elegimos la cirugía robótica para extirparme el lóbulo pulmonar inferior derecho en el cercano Orange Park Medical Center, que tenía un brazo quirúrgico robótico recientemente instalado. Si esta cirugía tenía éxito, no tendría que pasar por quimioterapia de seguimiento ni tratamientos de radiación. Esto alteró mi vida, la de mi familia y la de mis amigos. La cirugía fue exitosa y las tomografías computarizadas de seguimiento mostraron que una vez más no tenía cáncer.
Un hito
Durante mis años de tratamiento, tuve la suerte de recuperar la fuerza y pude volver a montar en mi motocicleta Harley. Hice varios viajes de un extremo a otro del país de entre tres y seis semanas de duración, con familiares y amigos que me acompañaron. Conducir esa motocicleta en carreteras abiertas siempre me hizo sentir mucho mejor. Lamentablemente, decidí dejar de conducir mi amada Harley en 2014, debido al avance de los problemas de neuropatía en el pie.
Había adoptado el 24 de octubre como el aniversario del día en que vencí al cáncer de páncreas, y en 2014 me convertí en un sobreviviente de cinco años, ¡un logro muy importante! Mi familia y yo comenzamos a planificar cómo y dónde quería celebrar este gran hito. Decidimos hacer un viaje de Florida a Alaska y regreso a Florida. Ese viaje de celebración por los cinco años sigue siendo uno de los momentos más memorables de mi vida. Guardo los recuerdos de ese viaje a la par de la experiencia de convertirme en padre.
Me complace escribir que cumpliré 69 años en julio y que estoy trabajando constantemente para completar mi undécimo año como sobreviviente del cáncer de páncreas.
La vida es corta; sea feliz, esté bien.