Cómo enfrentar un tratamiento continuo para PNET
- La pérdida de peso conduce al diagnóstico de PNET
- Pancreatectomía distal para extirpar el tumor
- Recurrencia y tratamiento con quimioterapia, luego terapia hormonal
- Embolización de más tumores
A principios del verano de 2019, perdí 10 libras (alrededor de 4.5 kilos), sin siquiera intentarlo.
Al mismo tiempo, tenía problemas gastrointestinales bastante graves, por lo que fui a ver a mi gastroenterólogo, el Dr. Jeff Victor de Northwestern Medicine (Chicago, Illinois). Dijo que probablemente era síndrome del intestino irritable (IBS), pero quería hacer una tomografía computarizada solo para “descartar algo malo”. Esto fue lo que me salvó la vida.
El 8 de agosto, el Dr. Victor me llamó para darme una noticia que cambiaría mi vida: tenía un tumor en el páncreas. El próximo paso fue reunirme con el Dr. Rajesh Pillai de Advocate Health Care (Elgin, Illinois), un gastroenterólogo que realizó una endoscopia para confirmar que el tumor era realmente canceroso.
Sabiendo lo devastador que puede ser el cáncer de páncreas, estaba seguro de que mi pronóstico era la muerte. Sin esperanzas para el futuro, le dije a mi esposa que había escrito mis deseos para mi funeral y los puse en una Biblia que tenía en mi oficina.
Reflexiones sobre el tratamiento
Aun así, sabíamos que teníamos opciones de tratamiento, así que nos reunimos con el Dr. John Abad, un cirujano oncólogo, y mi oncólogo principal, el Dr. Christopher George, ambos de Northwestern Medicine, en lugares cerca de Chicago. Las cosas empezaron a cambiar cuando nos informamos más sobre mi tipo específico de tumor. Era un tumor neuroendocrino de páncreas en estadio III, bien definido.
Este diagnóstico nos dio esperanza. Porque, como dijo el Dr. Abad, si va a tener cáncer de páncreas, este es el mejor. En general, se trata de una forma de crecimiento más lento y menos agresiva. La cirugía era una opción, y posiblemente podría curar el cáncer. Nos dio esperanza y salimos de su consultorio sintiéndonos mucho mejor que cuando entramos.
El 9 de septiembre me sometí a una pancreatectomía distal y una esplenectomía realizada por el Dr. Abad. Tenía la seguridad de que no iba a ser sencillo. El tumor había cubierto la vena porta que va al hígado, así que era necesario que un cirujano vascular utilizara una vena del muslo para reemplazar la vena porta. La cirugía duró más de seis horas, pero fue exitosa. Pasé una semana en el hospital recuperándome, incluidos tres días en la UCI. Aunque no estaba postrado en cama, durante las siguientes semanas me lo tomé con calma.
Aunque extirparon el 80 por ciento del páncreas y los ganglios linfáticos estaban limpios (lo que significa que el cáncer no se había diseminado), quedaron fragmentos microscópicos de cáncer. En ese momento, no se recomendaba la quimioterapia ni la radiación, por lo que comenzamos un régimen de monitoreo cuidadoso que consistía en análisis de sangre cada dos semanas y tomografías computarizadas cada tres meses.
La vida con un 20 por ciento de páncreas es diferente. No solo necesitaba tomar enzimas digestivas (Creon) con cada comida (las enzimas son tan caras como el pago mensual de un automóvil), también comencé a tener diabetes. Mi páncreas produce algo de insulina, pero no la suficiente para satisfacer la demanda del cuerpo, por lo que dependo de las inyecciones diarias de insulina. Tuve que aprender una forma completamente nueva de comer. Definitivamente no hay más cervezas ni donas en mi dieta. No puedo sentarme a leer el periódico después del desayuno, tengo que levantarme y dar un paseo.
El regreso del cáncer
Las tomografías computarizadas de seguimiento que me hice durante los siguientes seis meses mostraban que todo estaba estable. Después de la Pascua de 2020, noté nuevamente algunos síntomas extraños. Tenía la orina de color naranja brillante. Mi hija me dijo que mi piel y el blanco de mis ojos se veían amarillos. Mi médico me dijo que fuera directamente al hospital.
Tenía una obstrucción en el conducto biliar. ¿El culpable? Otro tumor pancreático. Me colocaron un stent de metal en el conducto, que solucionó ese problema. Pero teníamos uno nuevo: ¿por qué el cáncer reapareció tan rápido? Gracias a Dios por el conducto biliar bloqueado y la ictericia, ya que existía la posibilidad de que la última tomografía computarizada no detectara el tumor por completo.
Por esa razón, nos enviaron a la University of Chicago para hablar con el oncólogo Dr. Chih-Yi “Andy” Liao y el cirujano Dr. Xavier Keutgen. Ambos médicos se especializan en tumores neuroendocrinos gastrointestinales, y el Dr. Keutgen es el director del University of Chicago Medicine Neuroendocrine Tumor Center. Durante este tiempo, seguí atendiéndome con el Dr. George como mi “base de operaciones” de oncología. Todos los médicos estuvieron de acuerdo en que debía comenzar la quimioterapia oral con los medicamentos capecitabina y temozolomida. Los tomé durante catorce meses y respondí muy bien. Solo tenía fatiga ocasional, estreñimiento y fiebre o escalofríos. El régimen de quimioterapia redujo los tumores y mantuvo todo estable.
A pesar de esa victoria, no podía seguir con la quimioterapia a largo plazo porque puede ser muy difícil para el cuerpo, así que cambiamos a otro posible tratamiento, una inyección de hormonas una vez al mes, un medicamento llamado lanreótido. Fue en ese momento que los médicos también notaron lesiones en el hígado, pero no sabían si eran consecuentes o benignas. Después de tres meses de inyecciones, lamentablemente recibimos la noticia de que las inyecciones de hormonas no habían controlado los tumores y esas lesiones en el hígado indicaban que el cáncer se había diseminado. Ahora, la preocupación más apremiante era controlar los tumores hepáticos.
En diciembre de 2021, me sometí a una embolización de los tumores hepáticos (un procedimiento ambulatorio, parte de la radiología intervencionista) realizada por la Dra. Jessica Andreoli de Northwestern Medicine. El objetivo de este procedimiento es cortar el suministro de sangre al tumor. Según lo que todos dicen, fue un éxito. Los tumores hepáticos ahora parecen “muertos” en el medio con algunas cicatrices.
Si los tumores regresan, tenemos otro tratamiento posible: la terapia con radionúclidos receptores de péptidos (PRRT), una terapia molecular dirigida para tumores neuroendocrinos que puede tratar tanto el páncreas como el hígado.
La vida con cáncer
Mi cáncer es incurable, pero el objetivo es mantenerlo bajo control. Más allá de esto, me siento bastante bien. Me mantengo activo: lucho con mis dos nietos pequeños, voy de paseo con mi esposa todos los días, cocino la cena todos los días y el año pasado comencé a pintar al óleo. Mi esposa, Carol, ha sido un gran apoyo y me cuida en todos los sentidos. Es muy importante tener un defensor a su lado.
Durante esta experiencia con el cáncer, creo que he llegado a disfrutar más de la vida. Cada día es valioso y puedo disfrutar de las pequeñas cosas. Lo más importante es que esta experiencia me ha acercado más a Dios. Esta vida no es más que un ensayo para la eternidad con Él.