Historias de sobrevivientes
25 de septiembre, de 2020 • 10 Min

Bendiciones inesperadas del cáncer de páncreas

Kelly Pankratz

pancreatic cancer patient Kelly Pankratz and her family
  • Cálculos renales llevan al descubrimiento del tumor
  • Quimioterapia antes de la cirugía
  • Quimioterapia después de la cirugía

Es curioso cómo cambia la vida en un abrir y cerrar de ojos.

A principios de 2018, tenía 42 años, había estado casada con mi esposo durante 17 años, tenía un hijo y una hija y un gato callejero recién adoptado. No era amante de los gatos, pero Purrgus el Gato entró en la vida de mi familia justo cuando lo íbamos a necesitar para consolarnos: una bendición inesperada. Fui maestra durante 18 años, un trabajo al que me encantaba ir todos los días. Hacía ejercicio a diario, bebía batidos verdes todas las mañanas y nunca me perdía mis controles médicos anuales.

A principios de marzo, comencé a sentir algo de dolor en la parte inferior del abdomen y molestias al orinar. Aunque solía ver a mi médica de cabecera, la Dra. Jennifer Lochner, una o dos veces al año, ahora la veía semanalmente. La Dra. Lochner me derivó a una uróloga, quien me diagnosticó cálculos renales después de una radiografía. ¡Estaba tan aliviada de saber finalmente cuál era la causa de mi dolor! Debido al tamaño de los cálculos, ambas doctoras querían que me hiciera una tomografía computarizada para determinar si habría que extirparlos quirúrgicamente.

La mañana del 28 de marzo de 2018, me hice la primera tomografía computarizada de mi vida. Me sentía mejor y esperaba que los cálculos renales hubieran desaparecido porque mi familia había programado partir al día siguiente en un crucero por el Caribe para las vacaciones de primavera. Varias horas después de la tomografía, recibí una llamada telefónica de la uróloga. Me informó que necesitaba cirugía y que no debería ir al crucero en caso de que los cálculos se infectaran mientras estábamos en medio del océano. Estaba a punto de terminar la llamada cuando dijo: “También quería mencionar una cosa más, el radiólogo observó que… hay una masa… en el páncreas”. Sentí que el mundo se detenía de repente. “¿Qué significa eso?”, pregunté. Me dijo que tenía que hablar con mi médica de cabecera. Estaba más que exhausta y disgustada. La Dra. Lochner me dijo: “Voy a ser completamente honesta con usted. El radiólogo cree que puede ser cáncer”.

Los cálculos renales fueron mis “piedras de la suerte”. Sin ellos, nunca hubiera sabido que tenía este tumor. Y estoy más que agradecida con el radiólogo que se tomó el tiempo de interpretar mi tomografía. Mis piedras de la “suerte” y el radiólogo fueron otra bendición inesperada.

Pruebas y plan de tratamiento

La semana después de detectar el tumor fue una de las más largas de mi vida. En lugar de navegar por el Caribe, me sometí a una evaluación médica adicional en la University of Wisconsin Health, Madison, para determinar las características del tumor y el plan de tratamiento. Antes de que me hicieran una biopsia de la masa, el médico que realizó la biopsia se comunicó con las personas a las que me gusta llamar mis superhéroes, el equipo que me salvó la vida. Organizaron una reunión especial para informar a mi familia sobre lo que estaba sucediendo y cómo sería el camino a seguir. Estaba muy agradecida por la manera en que hicieron tiempo, un viernes por la tarde, para estar ahí para mí.

Primero conocí a mi enfermera quirúrgica estrella, Crystal. Habló con nosotros mientras esperábamos al Dr. Daniel Abbott, mi cirujano. Mirando hacia atrás, creo que esta reunión fue una de las más importantes que tuvimos durante toda mi trayectoria con el cáncer. Crystal y el Dr. Abbott se tomaron el tiempo de informarnos sobre el camino a seguir. Hablaron con nosotros usando palabras que podíamos entender y el Dr. Abbott también hizo algunos dibujos muy artísticos que mostraban la anatomía de mi páncreas. Digamos que me alegro de que se convirtiera en cirujano en lugar de artista. El Dr. Abbott luego me explicó cómo los médicos trabajan en equipo para diseñar el mejor plan de tratamiento posible para mí. No sería un solo médico el que determinaría mi camino a seguir. ¡Tendría todas estas mentes increíbles trabajando juntas para finalmente elaborar un plan para salvarme la vida! La enfermera Crystal y el Dr. Abbott establecieron un vínculo conmigo en un instante. Sentí esperanza por primera vez desde que escuché la tremenda noticia.

Sorprendentemente, Crystal fue a la escuela primaria en la que enseño. También creció en la misma calle donde tuvimos nuestro primer hogar. En el acto, me sentí mejor. Coincidencia… ¡No lo creo! Crystal no solo ha sido mi enfermera, sino que también se ha convertido en una querida amiga. Otra bendición inesperada.

A la semana siguiente, se realizó la biopsia de la masa y se determinó que era un adenocarcinoma de páncreas. Al día siguiente, me presentaron a la Dra. Nataliya Uboha, mi oncóloga, y al Dr. Michael Bassetti, el radiólogo. Se decidió en equipo que recibiría ocho sesiones de quimioterapia con FOLFIRINOX. A partir de ahí, determinaríamos si necesitaría radiación. Después de eso, me extirparían el tumor quirúrgicamente. Me dijeron que el resto del año se dedicaría a tratamiento y recuperación. Y entre todo esto, me sacaron las “piedras de la suerte” mediante una operación.

El inicio del tratamiento

Después de que se decidiera el plan de tratamiento, conocí a mi siguiente superhéroe, la enfermera de oncología Stacy. Ella era la persona a quien acudir cuando tenía CUALQUIER pregunta o inquietud sobre mi tratamiento de quimioterapia. Concertaba mis citas, me explicaba los efectos secundarios de la quimioterapia y respondía de inmediato cualquier pregunta o inquietud que pudiera tener. Fue maravilloso tener una persona con la que siempre podía estar en contacto directo para preguntar sobre mi tratamiento. ¡Estaré eternamente agradecida por su apoyo!

Aunque tenía ocho sesiones de FOLFIRINOX programadas, cuando pensé que estaba a mitad de camino, la Dra. Uboha decidió agregar otros cuatro tratamientos a mi régimen. Mentalmente fue difícil porque ahora estaba solo a un tercio del camino. Traté de tomármelo con calma porque sabía que mi doctora estaba al día con las investigaciones médicas y las mejores prácticas y estaba haciendo todo lo que podía para librarme del cáncer. Tuve ocho sesiones de quimioterapia antes de la cirugía y cuatro sesiones después. Espero nunca tener que soportar la quimio de nuevo. Probablemente ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida.

Durante la quimio, también tuve el placer de recibir visitas de mi farmacéutica Liz, otro detalle positivo en las tan temidas citas de quimioterapia. Ella siempre quiso ayudarme en todo lo posible para aliviar los efectos secundarios de la desagradable quimio. Se tomó el tiempo de conocerme y ser parte de mi sistema de apoyo. Y otra coincidencia, su entonces novio, ahora esposo, terminó consiguiendo un trabajo en mi escuela.

Después de ocho sesiones de quimio, me hicieron otra tomografía y luego me reuní con mi equipo de médicos. Es curioso cómo, mientras uno está sentado en la sala de espera, entran los médicos y las enfermeras y uno intenta leer sus expresiones faciales. ¿Serán buenas o malas noticias? ¿Qué me van a decir? El Dr. Abbott dijo: “Kelly, esto es extraordinario, rara vez vemos que la quimio reduzca tanto el tumor. Lo que sea que estén haciendo usted, su familia y sus amigos, dígales que sigan haciéndolo”. Sentí escalofríos recorrer mi cuerpo y se me llenaron los ojos de lágrimas. Todas las oraciones, el amor y el apoyo de mi familia, mis amigos e incluso de extraños hicieron que sucediera un milagro. Mi equipo decidió que estaba lista para someterme a la cirugía. ¡Es hora de sacar este tumor no deseado de mi cuerpo!

A continuación: ¡la cirugía!

El 27 de agosto de 2018 fue el día más aterrador de mi vida. Había llegado el momento de someterme a la cirugía que había temido durante meses. Me iban a extirpar el bazo, la vesícula y la mitad del páncreas para destruir la masa cancerosa. Cuando llegué al hospital, me dijeron exactamente lo que iba a pasar y todos me hicieron sentir cómoda. Estaba relajada cuando me dormí y, cuando me desperté, me dijeron que la cirugía había salido tal y como el equipo esperaba. El Dr. Abbott estaba seguro de que había extirpado todo el cáncer. Los resultados de patología de los márgenes alrededor del tumor no mostraron signos de cáncer. A las pocas horas de la cirugía, estaba en mi cuarto recuperándome. Tenía algo así como una descarga de adrenalina por lo bien que había salido todo. Tuve que hacer que mi hermana Jill dejara de hacerme reír a carcajadas, porque me dolía mucho.

Cuatro días después de mi cirugía, comencé a llamar a mi lugar de recuperación Resort UW en lugar de UW Hospital. Me cuidaban muy bien. Lloré mucho al despedirme de algunas de mis increíbles enfermeras y auxiliares de enfermería. ¡Estos vínculos eran algo que NUNCA PENSÉ que pudiera ocurrir mientras estaba en el hospital! Creo que los ángeles llegan a nuestra vida en el momento justo y en los lugares más inesperados, otra bendición inesperada.

El mes de septiembre fue el peor. Los efectos secundarios de la quimioterapia llegaron: el cabello se me caía a un ritmo rápido y tenía una neuropatía terrible en las manos y los pies. Mientras me recuperaba de la cirugía, contraje una infección. Pero mis amigos y familiares me mostraron apoyo y amor, con tarjetas o pequeños obsequios.

Después de curarme, llegó el momento de comenzar la quimio de nuevo. En secreto esperaba que todos se olvidaran de las últimas cuatro sesiones de quimioterapia, que fueron muy difíciles mentalmente. Es una locura cómo funciona el cerebro. Con solo sentarme en la “silla de la quimio”, me sentía indispuesta. Nunca había sentido algo así. Finalmente, terminé el tratamiento el 5 de diciembre de 2018. ¡Lo logré!

Desde el tratamiento, me han realizado varias tomografías y, desde julio de 2020, ya no tengo cáncer. Aunque siempre seré bendecida con mis hermosas cicatrices, finalmente estoy alcanzando la recompensa al final de la carrera: mi oncólogo por fin me permitirá que me retiren la vía de acceso intravenoso mañana. Este pequeño dispositivo en la parte superior derecha del pecho ha sido un recordatorio diario de mi primer día de quimioterapia. Desde mi tratamiento final en diciembre de 2018, he tenido que ir al Carbone Cancer Center una vez al mes para que me limpiaran la vía de acceso. He tenido que mirar este bulto en el pecho todos los días y pensar: ¿tendré que volver a utilizar este dispositivo porque el cáncer reaparecerá? Siempre he sentido que era un intruso en mi cuerpo, un recordatorio constante susurrándome.Fue más emotivo de lo que esperaba.Es tan simbólico. Finalmente estoy atravesando la última etapa de la metamorfosis. Voy a comenzar mi vida como mariposa.

La vida después de la cirugía y el tratamiento ha sido más difícil de lo que esperaba.Estaba acostumbrada a ver y hablar con mi equipo médico con frecuencia y, de repente, estaba sola.¿Y ahora qué?, ¿y si el cáncer regresa? Uno podría pensar que me debería sentir eufórica después de obtener la tarjeta que dice que ya no tengo cáncer, pero no es así. Podría llamarse ansiedad por separación de mi equipo médico.

Lecciones y obsequios

Todavía me despierto todas las mañanas y no puedo creer lo que he soportado durante los últimos dos años. Dicho esto, ha habido tantas lecciones y dones que he tenido la oportunidad de presenciar. Nunca había sentido tanto amor y apoyo. Las personas son realmente sorprendentes. De hecho, pude sentir el acogedor amor y apoyo de mi familia, mis amigos e incluso de extraños.

Al tener este tipo de cáncer, sé que las probabilidades están en mi contra, pero no me voy a concentrar en las estadísticas. Soy mi propia estadística. Recientemente leí un artículo que relataba la experiencia de un oncólogo con el cáncer y cómo tener cáncer había cambiado su práctica. Una de las preguntas que este médico aprendió a hacer a sus pacientes fue esta: “¿Por qué quieren combatir el cáncer?” He reflexionado sobre esta cuestión. Sí, hay muchas razones importantes por las que elijo luchar. Obviamente, una es ver a mis hijos alcanzar todos los hitos de su vida. Y quiero envejecer con mi esposo. Pero para mí, la razón puede ser más sencilla. He aprendido que son las cosas sencillas, las luchas y éxitos cotidianos, las que forman el panorama general. Las bendiciones inesperadas. La belleza de vivir. ¡Esa es la razón por la que elegí luchar!

“Ante la incertidumbre, ¡nada tiene de malo la esperanza!” O. Carl Simonton