Historias de sobrevivientes
27 de diciembre, de 2016 • 4 Min

La quimioterapia posibilita la extirpación del tumor

Anne Seagren

Pancreatic cancer long-term survivor Anne Seagren
  • Tratamiento con Xeloda
  • Más quimioterapia con gemcitabina y 5-FU
  • Cirugía de Whipple para extirpar el tumor

En diciembre de 2006, a la edad de 56 años, empecé a sentir una leve presión en un costado.

Decidí hacer un seguimiento con mi doctora. Ella me recomendó hacerme una tomografía computarizada para ver si tenía cálculos biliares o apendicitis. La presión disminuyó y pensé en no hacer caso a su consejo. Por fortuna, me hice la tomografía computarizada. Para mi sorpresa, mi doctora me llamó al día siguiente para decirme que tenía algo que parecía ser un tumor en el páncreas. Ella programó una biopsia endoscópica para confirmar el diagnóstico.

El 31 de enero de 2007, luego de realizarme la biopsia endoscópica en Hoag Hospital de Newport Beach, California, me informaron que tenía cáncer de páncreas. Dentro de un plazo de 24 horas, me derivaron al Dr. Howard Reber de UCLA para que me realizara una cirugía del tumor que tenía en el páncreas. En la consulta inicial con el Dr. Reber, se me informó que no me podían operar porque el tumor había invadido una arteria. Veinte minutos después, tuve una consulta con el Dr. William Isacoff, oncólogo de UCLA. El Dr. Isacoff inmediatamente me recetó quimioterapia en forma de una pastilla llamada Xeloda, que tomé por poco tiempo.

Comienza la quimioterapia

Algunos días más tarde, comencé el tratamiento. Recibí gemcitabina y 5-FU. Recibí quimioterapia por vía intravenosa por aproximadamente dos horas al día, dos veces a la semana, semana de por medio. El tratamiento me hacía sentir muy cansada, pero salvo el primer día de los tratamientos, no me sentía enferma. Normalmente, los primeros días después de la quimioterapia no tenía toda mi energía, pero la recuperaba un poco cada día que pasaba. En cuanto comencé a reconocer el patrón, pude soportar mejor los tratamientos y programar mis actividades alrededor de ellos. Con el paso de los meses, disminuyó mi cifra de glóbulos rojos y empecé a tolerar menos la quimioterapia. Algunas veces, ni siquiera podía recibir el tratamiento y en su lugar tenían que hacerme una transfusión de sangre. Las transfusiones pasaron a ser un acontecimiento esperado, ya que me sentía mucho mejor después de ellas.

Emocionalmente, tuve muchos altibajos. Tuve mucho apoyo de familiares y amigos que vinieron desde otros lugares a ayudarme. También sentía que había reducido mi vida a ‘lo que realmente importaba’. Dejé de preocuparme por muchas de las cosas que antes parecían sumamente importantes. No obstante, debido al tratamiento y a la recuperación del tratamiento, el tiempo que tenía disponible para mí esencialmente se redujo a la mitad.

Investigué muy poco en internet sobre el cáncer de páncreas, porque no quería conocer las estadísticas ni ‘mis probabilidades’. Estoy convencida de que la actitud juega un papel muy importante en la recuperación. Creo que habría sido mucho más difícil mantener una actitud positiva si hubiera conocido las tristes estadísticas del cáncer de páncreas. Para mí, recuperarme y volver a mi vida normal era la única opción que consideré nunca.

A medida que los meses pasaban, comencé a tener cada vez más dificultades con la quimioterapia. Era verano, hacía calor, había aumentado unas 20 libras (9 kilogramos) y nada me quedaba bien. Parecía que siempre sudaba y me faltaba el aire. Creo que lo único que me ayudó a superar esos meses fue el hecho de que casi siempre recibía buenas noticias cuando iba al consultorio del oncólogo. Mis cifras seguían bajando. Las tomografías computarizadas mostraban que el tumor se estaba reduciendo. Casi siempre que iba al consultorio, averiguaba información que me hacía sentir que estaba mejorando.

La cirugía se vuelve una posibilidad

En agosto de 2007, luego de siete meses de quimioterapia, me hicieron otra tomografía computarizada y una ecografía endoscópica para ver si era hora de realizar la cirugía de Whipple. Los resultados indicaron que la cirugía era posible y volví a ver al Dr. Reber. Creía que iba a tener que esperar mucho, pero me programaron la cirugía para el 17 de septiembre, un buen augurio para mí, ya que era la fecha de nacimiento de mi difunto padre. A pesar de algunas complicaciones durante la recuperación, se consideró que mi cirugía había sido un gran éxito. La patología posterior mostró que ya no tenía cáncer. Cada día me sentía mejor y más fuerte.

De eso ya han pasado 10 años. Voy cada seis meses más o menos a que me hagan una evaluación. No tengo complicaciones del cáncer ni de la cirugía. No tomo ningún medicamento para el cáncer de páncreas. En verdad siento que se lo debo todo al Dr. Isacoff y al Dr. Reber. Siempre estaré agradecida de que me recomendaran ir allí y sigo comunicándome con otros pacientes de cáncer.

Mire la historia de Anne en el video “No crea en las probabilidades”.