Investigación
14 de agosto, de 2024 • 6 Min

Un estudio inicial muestra que el ejercicio por sí solo puede reducir la inflamación

Researcher Zobeida Cruz-Monserrate in a lab

La relación entre la obesidad y el cáncer es muy clara.

Las investigaciones en curso demuestran que el exceso de grasa corporal aumenta el riesgo de padecer varios tipos de cáncer, incluido el de páncreas. Pero lo que aún no está claro es cómo esta grasa corporal adicional aumenta exactamente el riesgo de cáncer.

La bióloga celular Zobeida Cruz-Monserrate, Ph.D., quiere encontrar respuestas. En un estudio de mayo de 2024 publicado en la revista científica Cancer Research, ella y sus colegas muestran que la actividad física, con o sin pérdida de peso ocasionada por la dieta, redujo la inflamación en modelos de ratón con cáncer de páncreas provocado por la genética. A los ratones se les permitió hacer ejercicio voluntariamente después de aumentar un poco de peso con una dieta rica en grasas. Esta reducción de la inflamación en los ratones ralentizó los procesos celulares presentes en el inicio y la progresión del cáncer de páncreas.

“Somos investigadores científicos y no atendemos pacientes, pero toda nuestra investigación se centra en el paciente, lo que significa que nos concentramos en averiguar cómo podemos mejorar las vidas humanas”, dice Cruz-Monserrate. “La obesidad es un problema real en el cáncer y no sé ustedes, pero cuando alguien me dice que haga ejercicio es lo último que quiero hacer. Así que diseñamos el estudio (preclínico) a propósito para que el ejercicio fuera voluntario”.

Obesidad e inflamación

La llamada inflamación crónica puede deberse a muchas causas, como reacciones inmunitarias anormales, una infección persistente y la obesidad. Las células grasas producen unas hormonas llamadas adipoquinas que pueden estimular o inhibir el crecimiento celular. Por ejemplo, el nivel de una adipoquina llamada leptina en la sangre aumenta con el incremento de la grasa corporal, y unos niveles elevados de leptina pueden favorecer la proliferación celular aberrante. Otra adipoquina, la adiponectina, es menos abundante en personas con obesidad que en personas con un peso saludable y puede tener efectos antiproliferativos que protegen contra el crecimiento tumoral.

Al principio de su trayectoria académica, Cruz-Monserrate tuvo la oportunidad de seguir de cerca a un cirujano que realizaba un procedimiento de Whipple a un paciente con cáncer de páncreas. “Soy bióloga celular, pero quería ver por lo que tienen que pasar los pacientes”, dice Cruz-Monserrate, investigadora del cáncer en The Ohio State University Comprehensive Cancer Center – Arthur G. James Cancer Hospital and Richard J. Solove Research Institute (Columbus). “Hoy en día, la cirugía sigue siendo el único método potencialmente curativo del cáncer de páncreas. Y yo estaba decidida a ayudar a la gente mediante el estudio de esta enfermedad. Quiero prevenirla por completo”.

En su laboratorio, ella y sus colegas estudian la prevención del desarrollo tumoral asociado a la obesidad. El objetivo es comprender mejor los mecanismos moleculares que podrían atacarse para prevenir el desarrollo de los tumores. En un esfuerzo por descubrir métodos alternativos para estudiar la obesidad y su relación con el cáncer de páncreas, utiliza modelos preclínicos de obesidad provocada por la alimentación que se asemejan al cáncer de páncreas asociado a la obesidad. Lo hace para estudiar algunos de los mecanismos que relacionan la obesidad con el inicio y la progresión del cáncer de páncreas. “La gente necesita ver los datos científicos que respaldan la relación entre obesidad y cáncer”, explica Cruz-Monserrate. “Pienso especialmente en los grupos demográficos de alto riesgo, como los que tienen antecedentes familiares o pancreatitis”, añade.

Los investigadores querían confirmar si el ejercicio era suficiente para prevenir la enfermedad o si eran necesarios tanto la pérdida de peso inducida por la dieta como el ejercicio. “Los resultados son muy interesantes,” comenta Cruz-Monserrate. “El cáncer de páncreas es una enfermedad muy compleja y, entre los grupos de alto riesgo, averiguar si el ejercicio o la pérdida de peso podrían potenciar las terapias existentes y futuras ayudaría mucho. Sería un complemento del tratamiento”.

Sobre el estudio

En este estudio, los investigadores querían examinar si la disminución de la obesidad mediante actividad física o cambios en la alimentación podría reducir la inflamación en los seres humanos y prevenir el cáncer de páncreas asociado a la obesidad en ratones. Compararon las citocinas circulantes asociadas a la inflamación (las proteínas de señalización que ayudan a controlar la inflamación) en sujetos con sobrepeso y obesos. Esto se hizo antes y después de una intervención de actividad física que demostró que la actividad física reducía las citocinas inflamatorias sistémicas. Los ratones con expresión de KRAS G12D (asociado al cáncer de páncreas) fueron expuestos a la actividad física o a tratamientos alimentarios durante el inicio y después del inicio del cáncer asociado a la obesidad.

Los investigadores descubrieron que, en ratones con obesidad inducida por la alimentación y expresión de KRAS G12D, la intervención de actividad física provocó un menor aumento de peso, redujo la inflamación sistémica, retrasó la progresión tumoral y disminuyó las señales proinflamatorias en el tejido adiposo (grasa). Los beneficios no fueron tan evidentes cuando la obesidad precedió a la expresión de KRAS G12D pancreático. Se trata de un hallazgo sorprendente que requiere un estudio más profundo.

Cuando los investigadores combinaron la actividad física con la pérdida de peso inducida por la dieta, se retrasó la progresión del cáncer de páncreas asociado a la obesidad en el modelo de ratón de cáncer de páncreas modificado genéticamente. “Pero ni la actividad física por sí sola ni combinada con la pérdida de peso inducida por la dieta o la quimioterapia previno el crecimiento tumoral del cáncer de páncreas cuando se utilizó un modelo de ratón de cáncer de páncreas no modificado genéticamente, independientemente del estado de obesidad, lo que sugiere que, cuando se prueban tales intervenciones, el modelo preclínico utilizado sí importa”, señalan los investigadores. Además, la actividad física produjo un aumento de la IL-15ra en el tejido adiposo. Sin embargo, esta sobreexpresión de la vía IL-15/IL-15ra en el tejido adiposo retrasó el crecimiento tumoral solo en ratones no obesos.

Los investigadores afirman que el estudio sugiere que la actividad física por sí sola o combinada con la pérdida de peso ocasionada por la dieta puede reducir la inflamación. Esa reducción de la inflamación puede retrasar el desarrollo del cáncer de páncreas y la progresión de la enfermedad.

“Lo que estamos haciendo podría ayudar en la prevención, los resultados de supervivencia y la calidad de vida”, dice Cruz-Monserrate. Pero insiste en que es necesario validar la ciencia. “Ese es el aspecto traslacional de este trabajo. Los ratones no son seres humanos, por lo que necesitamos personas con alto riesgo de cáncer de páncreas o que sean obesas, y luego hacerles un seguimiento prospectivo. Tenemos que ver cómo las estrategias de gestión de la obesidad, como la alimentación, el ejercicio o la medicación dirigida a la obesidad, funcionan a lo largo del tiempo para prevenir el cáncer. Ese es el objetivo a largo plazo”.