Una segunda opinión lo cambió todo

- El cáncer de páncreas es hereditario
- Diagnóstico equivocado repetido de reflujo ácido
- El cambio de hospital permitió tener un tratamiento más agresivo
La primera vez que oí hablar sobre el cáncer de páncreas fue en 2016, cuando a mi hermana mayor, Jenelle, le diagnosticaron esta enfermedad.
Varias veces le habían dado diagnósticos equivocados, por lo que, para el momento en el que le dieron el correcto, el cáncer se había diseminado, y ya era tarde para ella. Falleció tres semanas después de su diagnóstico.
¿Reflujo ácido? O algo más…
A finales de 2018, comencé a sentir dolor en el estómago y la espalda, y a perder peso. Cada semana, viajaba por trabajo entre Carmel, Indiana y Boston, Massachusetts. Mi puesto y los viajes me generaban bastante estrés. Pensé que podía ser una úlcera. A finales de diciembre, todo empeoró, así que fui al médico. Me diagnosticaron reflujo ácido. Me dieron medicamentos durante dos semanas, pero nada cambió. Probaron otro medicamento durante otras dos semanas, pero tampoco ayudó. Antes de volver al médico por tercera vez, mi esposa me recomendó pedir a los médicos que me hicieran análisis de sangre y una tomografía a pesar de que ellos me decían que no lo hiciera porque sabían que se trataba de reflujo ácido y, por lo tanto, estaría gastando mi dinero inútilmente. Insistí, y la tomografía mostró que tenía una masa de 4 centímetros en el páncreas.
El 1 de febrero de 2019, cuando tenía 53 años, me diagnosticaron oficialmente cáncer de páncreas en estadio III.
Tratamiento: primera etapa
Me reuní con los médicos en un hospital local de Indianápolis y me dijeron que, si bien parecía que el cáncer no se había diseminado, el tumor rodeaba la arteria mesentérica, por lo que no se lo podía extirpar con cirugía por el momento. Comencé la quimioterapia (FOLFIRINOX) con la esperanza de que el tumor se redujera. Pasé por ocho tratamientos de quimioterapia con intervalos de dos semanas, y lo pude soportar bastante bien. Una cosa que pareció ayudar fue la acupuntura. El día antes de cada tratamiento, iba a una sesión de acupuntura, y me ayudaba.
Me hicieron pruebas genómicas del tumor y, aunque los resultados no fueron concluyentes, las pruebas indicaron que el tumor tenía una inestabilidad de microsatélites alta (MSI-High). Esto significaba que posiblemente cumpliría los requisitos para la inmunoterapia. Era necesario hacer más pruebas, pero el seguro ponía varios obstáculos para aprobarlas. La inmunoterapia era una opción de tratamiento muy costosa, y no sabíamos si la iban a aprobar.
Tratamiento: segunda etapa
Cerca de la mitad de mi tratamiento, un amigo me presentó a los médicos del Dana-Farber Cancer Institute en Boston, Massachusetts. Fuimos allí en busca de una segunda opinión y quedamos sorprendidos por la gente que conocimos. Ellos tenían una postura mucho más decidida respecto a la cirugía y estaban seguros de que conseguirían la autorización para la inmunoterapia. Así que, una vez que terminé la quimio, decidí continuar el tratamiento en Dana-Farber y nos trasladamos a Boston en busca de más tratamientos. El equipo que me trataba allí estaba compuesto por el oncólogo Brian Wolpin y el cirujano Thomas Clancy.
Recibí radiación durante una semana, dos dosis de inmunoterapia con pembrolizumab (Keytruda) y, luego, me sometí al procedimiento de Whipple el 23 de julio de 2019. La cirugía fue un éxito. De hecho, la biopsia del tumor demostró que las células cancerosas estaban muertas. Fue considerado como una respuesta patológica completa (pCR). La inmunoterapia fue un verdadero "cambio radical" en mi tratamiento.
Recuperación
Estuve en el hospital por seis días después de la cirugía y, luego, unas seis semanas de recuperación en casa hasta que pude retomar algunas actividades. Caminé mucho esas primeras seis semanas, y eso me ayudó con la recuperación.
En general, la recuperación fue lenta y difícil por momentos, pero ya he podido retomar la mayoría de las actividades que hacía antes del diagnóstico. Antes del diagnóstico, era un corredor y atleta de triatlón activo, y, si bien ahora mi ritmo es más lento, he podido volver a correr, andar en bicicleta y nadar. Desde la cirugía, ya participé en ocho medias maratones.
Desde la cirugía, no he tenido signos de cáncer. Este año celebro varios acontecimientos importantes: el sexto aniversario de mi diagnóstico y de la cirugía, mi cumpleaños número 60 y el nacimiento de mi primer nieto. Cuando recibí el diagnóstico, hubiese sido imposible imaginar que hoy estaría celebrando estos acontecimientos.
No estaba solo
Algo que seguro se aprende cuando se lucha contra algo como el cáncer es que uno no está solo. A lo largo de toda mi experiencia, recibí el apoyo de muchas personas increíbles, como profesionales médicos, amigos, familiares y compañeros de trabajo. El equipo que me atendió en Dana-Farber fue fantástico, y hubo muchos más que me ayudaron en este recorrido.
Mi familia, mis amigos y mis compañeros de trabajo estuvieron conmigo en todo momento e hicieron todo lo que estaba a su alcance para ayudarnos cuando más lo necesitábamos. Lo más importante es que mi esposa Colleen fue mi apoyo durante todo este proceso. Me acompañó a todas las citas, tomó notas, hizo preguntas y se aseguró de que el tratamiento sucediera según lo planeado. También se ocupó de cuidar mi salud y me animó a mantener una visión positiva durante toda esta lucha. No puedo imaginarme un mejor cuidador.
Retribución
Desde mi tratamiento, mi esposa y yo hemos intentado retribuir a la comunidad del cáncer de páncreas un poco de lo que nos dio a través de actividades de voluntariado organizadas por la Pancreatic Cancer Action Network (PanCAN). Fuimos copresidentes de PurpleStride en Indianápolis durante tres años y colaboramos en las tareas de asistencia a sobrevivientes y en actividades relacionadas con la misión de la organización. Mientras trabajamos en colaboración con este grupo, conocimos a personas maravillosas (sobrevivientes, cuidadores, personas que perdieron seres queridos, investigadores, etc.). Si bien nuestro deseo es que nadie más pase por esta experiencia, estamos agradecidos por las personas que conocimos y por la perspectiva que adquirimos a lo largo del proceso.
Esto es lo que aprendí de mi experiencia con el cáncer:
- El cáncer ofrece la oportunidad de adquirir perspectiva, y uno de los retos para un sobreviviente es conservar esa forma de ver las cosas. No siempre es fácil, pero cada vez que vuelvo para un chequeo o para encontrarme con otros pacientes o sobrevivientes, lo considero como otra “dosis de perspectiva”.
- En lo que respecta al tratamiento, debemos luchar por nosotros mismos. Los doctores son estupendos, pero hay veces que debemos presionar para conseguir lo que necesitamos. Hoy no estaría aquí si mi mujer no hubiese insistido con que hiciéramos las pruebas adicionales hace seis años.
- Mantenga una actitud positiva. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero tener una actitud positiva y optimista nos ayuda a enfrentar mejor la lucha contra el cáncer.