Después de sobrevivir al cáncer de páncreas, una obligación moral de compartir
- Después del diagnóstico de cáncer en estadio IV, hay pocas opciones de tratamiento
- Los tumores reaccionan a la quimioterapia, y esto posibilita la cirugía
- Extirpación del lóbulo del hígado y procedimiento de Whipple
Escribo mi historia para documentar cómo sobreviví al cáncer de páncreas y para cumplir con lo que creo es mi obligación moral de compartir este conocimiento con todas las personas a las que pueda ayudar.
Me diagnosticaron cáncer de páncreas el 2 de abril de 2012. Era cáncer en estadio IV: se había propagado del páncreas al hígado. Había seis tumores de varios tamaños en el lóbulo derecho del hígado y un tumor pequeño en el lóbulo izquierdo. Me dieron dos meses de vida, sin esperanza de cura. Decidí luchar a pesar de las predicciones de los expertos, porque no iba a quedarme en cama a esperar la muerte.
Tratamiento antes de la cirugía
Decidí ir a Duke University Medical Center, en Durham, Carolina del Norte, porque no tenía mucho tiempo y me quedaba bastante cerca. En Duke me reuní con un oncólogo, el Dr. John Strickler. Aceptó ir contra protocolo y ayudarme a intentar sobrevivir. No me prometió nada; solo me explicó los hechos, y así empezamos.
Primero, muchas pruebas, tomografías y evaluaciones. Me dijeron que no me podían operar. El tipo específico de cáncer de páncreas era un tumor neuroendocrino poco diferenciado de gran malignidad (o sea, extremadamente agresivo). Resulta que este tipo es uno de los menos comunes. Pensé que sería aun más difícil de vencer, ya que probablemente no se investiga, o se investiga muy poco.
El Dr. Strickler buscó en línea posibles opciones de tratamiento y encontró la opción de FOLFIRINOX, una mezcla de quimioterapias. Su razonamiento era que esta terapia elimina células cancerosas mientras se dividen, y dado que mi cáncer era tan agresivo las células probablemente se dividen constantemente. Me gustó su razonamiento y dije “hagámoslo”. Me contestó que solo teníamos tiempo para un solo intento. Lo llamó una “jugada desesperada”.
Después de cuatro ciclos de FOLFIRINOX me hicieron una tomografía computarizada. Los resultados fueron impresionantes. Todos los tumores se redujeron en un 60 a un 70 por ciento. En ese momento los cirujanos dijeron que quizás me podrían operar. Mientras continuaba con el tratamiento, constantemente investigaba, y leí sobre la conservación del esfínter pilórico y el píloro. Pregunté si esto era posible en mi caso, pero los cirujanos pensaban que no. Decidí seguir con la quimio un tiempo más. Resultó que un tiempo más se convirtió en un total de 15 ciclos de quimioterapia.
El primero fue el peor. El tercer y cuarto día después de la quimio me sentía pésimo. Para evitar el estreñimiento comencé a comer ciruelas pasas un par de días antes de cada ciclo de quimio. En lugar de dos días realmente pésimos, tenía solo uno que era malito. La neuropatía periférica fue otro efecto secundario, pero fue desapareciendo después de terminar la quimio.
Búsqueda de otros tratamientos
Mientras me hacía quimioterapia, consulté con médicos de MD Anderson (Houston, Texas) y Moffitt Cancer Center (Tampa, Florida); ambos centros supuestamente cuentan con algunos de los mejores profesionales de los Estados Unidos para tratar este tipo de cáncer de páncreas. Ninguno me dio esperanzas.
Alrededor del 1 de diciembre llegué a Wake Forest Medical Center en Winston-Salem, Carolina del Norte, para hablar con el Dr. Brian Kouri, un radiólogo intervencionista. Realiza un procedimiento llamado ablación por radiofrecuencia, en el cual se inserta una aguja en el tumor, que se alimenta con una señal de transmisión de radio que genera calor. Si se aumenta la temperatura del tumor a 50 °C o más, el tumor se elimina. Y si la temperatura se mantiene por debajo de 70 °C, las células sanas no se dañan. Pensé que esta sería la respuesta: si pudiera salvar el hígado y luego me pudieran extirpar el páncreas, estaría curado. Como pueden ver, mi objetivo era vivir lo suficiente para que la ciencia descubriera la cura.
Antes de mi cita, le envié al Dr. Kouri toda mi historia clínica para que la leyera antes de que yo llegara al consultorio. Me preguntó: “¿Qué está haciendo aquí?” Le respondí que quería que me extirpen estos tumores del hígado. Dijo que debería hablar con el cirujano y que él programaría la cita.
Un par de días después, me reuní con el Dr. Clancy Clark, un especialista en cirugía de hígado y de Whipple. Al principio hablamos de cosas triviales, sobre todo de autos clásicos. Luego comenzamos a hablar sobre la cirugía. Le expliqué que el cirujano de Duke me dijo que necesitaría dos procedimientos quirúrgicos: el primero en el hígado, y después de recuperarme, la operación de Whipple. Durante todo este proceso, no recibiría quimioterapia. Yo estaba preocupado sobre cómo mantener controlado el cáncer durante ese tiempo, por lo que el Dr. Clark sugirió realizar radiación, pero me preocupaba que la radiación pudiera causarme problemas cardíacos en el futuro. Finalmente dijo: “¿Qué pasaría si hacemos la cirugía de hígado y de Whipple al mismo tiempo?” Le contesté: “Sería muy bueno y solo tendría que recuperarme una vez. Pero tengo dos favores que pedir. Quiero conservar el píloro y el esfínter pilórico”. Él dijo: “No hay problema”.
El Dr. Clark me preguntó: “¿Cuál es el otro favor?” Le expliqué que había leído que el Dr. Perry Shen de Wake Forest es uno de los mejores para la operación de Whipple, y quería saber su opinión sobre esta idea. Un par de días después, me reuní con el Dr. Shen. Él dijo: “Está bien, esto es lo que vamos a hacer. Si podemos hacer la cirugía de hígado en tres horas, entonces procederemos con la Whipple. La cirugía se programó para el 23 de enero de 2013”. ¡QUÉ EXCELENTE NOTICIA!
La biopsia prequirúrgica revela noticias sorprendentes
El Dr. Strickler estaba encantado cuando supo que me iba a operar. Me había alentado a no perder la oportunidad de hacerlo. Antes de la cirugía me hicieron otra biopsia porque había usado todo mi material previo en MD Anderson y Moffitt. Durante el procedimiento, los técnicos intentaron tomar muestras de los tumores, pero nos esperaba una sorpresa. El médico miró la muestra bajo el microscopio y dijo: “Aquí no hay cáncer”. Vio algunas células que se veían raras, pero no era cáncer. Lo mismo sucedió con mis otros tumores: no pudieron conseguir una biopsia viable. Luego me di cuenta de que ¡este cáncer ya no existía!
Momento para cirugía
Había aprendido que la mejor opción para lograr una cura era la cirugía si el cáncer se detectaba a tiempo, pero este no era mi caso. Y cuando comencé este trayecto realmente no quería operarme: no quería que me cortaran como a un pescado. Pero cuando finalmente pude operarme, lo estaba deseando como un niño que espera a Santa Claus.
Finalmente llegó el gran día. Lo último que recuerdo hasta el siguiente día era que me llevaban al quirófano. El plan original era extirpar los tumores individuales del hígado, pero como no pudieron encontrarlos, los médicos decidieron extirpar todo el lóbulo derecho. Tampoco pudieron encontrar el tumor pequeño en el lóbulo izquierdo. Hicieron la operación de Whipple. La cirugía completa llevó diez horas y media.
La parte más sorprendente de esta historia es que cuando enviaron el tejido del tumor a patología para que lo analizaran, descubrieron que todos los tumores del hígado y el tumor inicial en la cabeza del páncreas habían desaparecido después de la quimio. Había un grupito casi microscópico de células cancerosas vivas en el páncreas, pero los márgenes, es decir, el borde del tejido extirpado en la cirugía, estaban limpios. No se detectó cáncer allí. Y aun más sorprendente es el hecho de que los 15 ganglios linfáticos que extirparon tampoco tenían cáncer.
La recuperación fue difícil, pero no tenía dolor gracias a una almohadilla con pequeñas agujas que me habían colocado en la espalda. Sí tuve una infección en el stent que habían colocado en el conducto biliar. Y tardé mucho tiempo en recuperar el apetito. Tenía que obligarme a comer.
Ahora estoy bien y como muchísimo. Me preocupaba volverme diabético, pero eso no ocurrió. El único efecto de mi cirugía es que tengo que tomar pastillas de Creon con las comidas porque el páncreas ya no produce enzimas digestivas.
Creo que NO haberme operado primero fue lo mejor que me pasó. Uno escucha tantas historias sobre cómo se descontrola el cáncer después de la cirugía. La cirugía exige mucho de uno. Y ahora la cereza del postre: ¡mi hígado volvió a crecer aún más que antes!
Mire cómo Tom cuenta su historia en “Standing on the Shoulders of Giants (De pie sobre hombros de gigantes)”.