Tengo tanto por lo que vivir
- Un diagnóstico inesperado
- Viajar a un centro oncológico importante
- Procedimiento de Whipple seguido de quimioterapia y radiación
- Ensayo clínico de una vacuna contra el cáncer
Mi nombre es Mary Gillam y, el día en que cumplía 38 años, recibí un diagnóstico oficial de cáncer de páncreas.
Soy madre de tres niños pequeños de diez, siete y tres años. También tengo la bendición de tener un marido maravilloso, Rob, con quien he estado casada durante 11 años. He llevado un estilo de vida saludable durante toda mi vida adulta. Soy corredora y en octubre de 2016 terminé la maratón Marine Corps Marathon, donde me clasifiqué dentro del 20 por ciento de los mejores participantes.
Pero en la primavera de 2017, no me sentía bien. Me sentía letárgica y estaba perdiendo peso misteriosamente. ¡Realmente me asusté cuando vi que mi orina era de color café! Por eso programé una cita con mi obstetra/ginecólogo, quien me aseguró que solo tenía un virus. Pero los síntomas continuaron e incluso empeoraron. Cada día que pasaba, me sentía más y más débil. No podía correr mis cinco millas diarias y no tenía nada de energía.
Por suerte, pude programar una cita con la fantástica especialista en medicina interna, la Dra. Kimberly Cerveny. Me vio los ojos y la piel amarillentos y dijo: “Quiero enviarla a la sala de emergencias, donde pueden hacerle una resonancia magnética”.
Una montaña rusa hacia el diagnóstico
Esa noche me dijeron que tenía una masa en el páncreas. Lo primero en lo que pensé fue: ¿Voy a morir? El médico me miró a los ojos y meneó la cabeza. Lo único en lo que podía pensar era en dejar a mis hermosos bebés sin su madre y en convertir en viudo a mi atractivo marido. No quería que él volviera a estar “en el mercado”.
La misma noche que me diagnosticaron, mis padres, mi esposo y yo decidimos que no íbamos a aceptar esto como una sentencia de muerte, queríamos una segunda opinión. Así que manejamos cuatro horas para llegar al University of North Carolina Lineberger Comprehensive Cancer Center en Chapel Hill. Muchos de ustedes conocen UNC por su reputación en las canchas de baloncesto, pero les voy a contar que no es solo una institución excepcional en los deportes, sino que también cuenta con una capacidad y competencia insuperable para salvar vidas.
A las 2 de la mañana me internaron en la sala de emergencias, donde me sometí a una segunda resonancia magnética y a una biopsia endoscópica. Los resultados mostraron que había una masa, pero muy probablemente no era cancerosa. Me sometí a una cirugía de Whipple para extirpar la masa.
Después de la cirugía, el 25 de abril de 2017 (mi cumpleaños número 38), mi maravilloso cirujano, el Dr. H.J. Kim, me dio el golpe devastador. En realidad, sí era cáncer. Ocho de los 15 ganglios linfáticos eran cancerosos. Sentí que estaba en una montaña rusa de emociones. Primero era cáncer, después no lo era, y ahora sí lo era. Nunca pregunté cuál era el estadio del cáncer. Iba a pelear con todas mis fuerzas y no necesitaba que un número me pusiera nerviosa. ¡Me sigo negando a preguntar!
Quimioterapia, radiación y un ensayo clínico
Seis semanas después de la cirugía de Whipple, conocí a una de las mujeres más increíbles, la Dra. Autumn McRee, mi oncóloga (la Dra. McRee ahora trabaja en la industria farmacéutica). Inmediatamente sentí un vínculo con ella. Ella también es madre de niños pequeños y tenemos casi la misma edad. Hemos llegado a tener no solo una relación profesional sino también una profunda amistad. Ella entiende que perder esta batalla no es una opción.
Comencé la quimioterapia con mi oncólogo local, el Dr. Valiant Tan de Virginia Oncology. Él también fue tranquilizador y optimista. Una vez terminado el tratamiento convencional con Xeloda y gemcitabina, comencé los tratamientos de radiación. Estos fueron muy duros. No solo me tuve que mudar a Chapel Hill, a cuatro horas de mi querida familia, sino que la radiación me dejó débil y con muchas náuseas. Aun así, sobreviví gracias al cuidado amoroso de mi madre, quien me acompañó a cada tratamiento de radiación, y al equipo de UNC. Mi radiólogo, el Dr. Andrew Wang (ahora en UT Southwestern en Dallas, Texas), fue extraordinario y me ayudó a navegar por las aguas turbulentas de las náuseas y la fatiga. Todos los fines de semana me reunía con mis dulces pequeños. Esto me daba la voluntad para seguir luchando. Terminé dos rondas más de quimio y estaba feliz de dejar el tratamiento en el pasado.
Ya he tenido tres tomografías limpias y he cumplido el primer aniversario de la cirugía de Whipple. Me entusiasma ser parte de un ensayo clínico para una vacuna, diseñada para ayudar al sistema inmunitario a reconocer y luchar contra una proteína que está presente en abundancia en las células cancerosas. El nombre de la vacuna es inmunoterapia hTERT.
La Sra. Gillam va a Washington
En la primavera de 2018, me invitaron a formar parte de un grupo que iba a Washington, D.C., por el Capitol Hill Day para representar a los pacientes de cáncer y hablar a favor de una mayor financiación para poder realizar más investigaciones sobre el cáncer. Me siento bendecida y fortalecida porque Dios me da este propósito para mi sufrimiento. Es un regalo poder vivir otro día más. Otro día para ver reír a mis hijos. Otro día para correr. Otro día para besar a mi marido. Otro día para disfrutar de mis queridos amigos. Sí, y otro día para ir a comprar el vestido perfecto para ponerme el Día de Capitol Hill.
Encontré el vestido perfecto para Washington, D.C., y no me decepcionó. Debo admitir que al principio me intimidaba compartir mi experiencia con el cáncer ante el Congreso. Como muchos de ustedes saben, tener que compartir un diagnóstico puede ser muy emotivo. Sin embargo, triunfé estoicamente y dejé que se oyera mi historia y la de ustedes. Una de las muchas cosas buenas del Congreso es que tanto Demócratas como Republicanos quieren curar el cáncer. Me alegra informar que se han prometido miles de millones de dólares para la investigación. Lamentablemente, el cáncer de páncreas ha tenido un lugar secundario con respecto a otros tipos de cáncer más frecuentes, como los de ovario, de mama y de próstata. Me gustaría pensar que marqué una diferencia en el mundo del cáncer de páncreas. Mi historia fue compartida con muchas personas importantes que son fundamentales para posibilitar los ensayos clínicos, la investigación universitaria y mucho más.
Me siento bien, con la excepción de que no puedo darme el gusto de ciertos alimentos que podía comer antes del cáncer, ¡pero lo acepto! ¡Es un precio bajo cuando tengo tanto por qué vivir! Aquí estoy, compartiendo mi historia con ustedes. Todos los días doy gracias a Dios por los hermosos regalos en mi vida y por permitirme vivir otro día sin cáncer.
Mary falleció cinco años después de su diagnóstico de cáncer de páncreas. Al participar en un ensayo clínico y defender la investigación y la atención laboró para que los pacientes que vinieran después de ella tuvieran un tratamiento mejor. Nuestro más sincero pésame a su familia.