Espíritu de lucha
- En una tomografía de seguimiento después del tratamiento exitoso del linfoma de Hodgkin se detecta cáncer de páncreas
- Procedimiento de Whipple y una recuperación difícil
- Complicaciones de salud posteriores a la quimioterapia contra el linfoma
- Recuperación de la salud
En 1996, cuando solo tenía 34 años y era el jefe del Departamento Correccional de la ciudad de Nueva York, me diagnosticaron linfoma de Hodgkin.
Aturdido por el shock, tenía miedo de no vivir lo suficiente para ver a mis dos hijos pequeños graduarse de la escuela primaria. De inmediato, me sometí a un tratamiento con quimioterapia y radiación. Perdí el cabello como uno de los efectos secundarios, pero nunca perdí mi espíritu de lucha y me aferré a la afirmación de mi médico de que mi familia y yo superaríamos juntos mi enfermedad.
A pesar de algunos contratiempos, mi tratamiento funcionó y mi familia y yo volvimos a vivir la vida que teníamos antes de que el cáncer lo cambiara todo. Durante los siguientes cinco años, mis tomografías anuales no mostraron indicios de enfermedad. Seis años después de mi diagnóstico de linfoma, sucedió lo impensable: me diagnosticaron cáncer de páncreas. Me detectaron el cáncer de casualidad. Fui a una cita de monitoreo de rutina posterior al linfoma y mi oncólogo solicitó una tomografía PET, que era una prueba nueva en ese momento, y que reveló la masa en el páncreas. Este diagnóstico fue un golpe devastador, y estaba aterrorizado de no poder vencer al cáncer por segunda vez, especialmente a un oponente tan poderoso como el cáncer de páncreas. Tenía miedo de no ver a mis hijos graduarse de la escuela secundaria o compartir todos los eventos importantes de la vida con ellos. Mi abuela materna había muerto años antes de cáncer de páncreas, lo que agravó aún más mi pánico.
Un nuevo desafío contra el cáncer
Irónicamente, dos días después de la tomografía PET, me dio ictericia y comencé a experimentar otros síntomas del cáncer de páncreas. Mi cáncer no se había metastatizado y dos especialistas coincidieron en que era candidato para la cirugía de Whipple, que me daría la mejor oportunidad de supervivencia a largo plazo. Me sometí al agotador procedimiento de diez horas para extirpar parte del estómago, la cabeza del páncreas, parte del conducto biliar, la vesícula biliar, los ganglios linfáticos en la zona del páncreas y el duodeno, que es la primera parte del intestino delgado que conecta con el estómago. Mientras me llevaban al quirófano, todo en lo que podía concentrarme era en la angustia de pensar que esta podría ser la última vez que veía a mi familia, y me aseguré de decirles cuánto los amaba. De hecho, tenía tanto miedo de no sobrevivir a la cirugía que incluso preparé un traje para mi entierro.
La recuperación fue increíblemente difícil. Sentía que mi propio cuerpo me estaba traicionando hasta el punto en que apenas me reconocía. Había sido un jugador de hockey entusiasta y un atleta hábil, con un peso de 230 libras (104 kilos) de músculo, y después de mi Whipple, estaba apático y débil, y solo pesaba 140 libras (unos 64 kilos). Sin embargo, reconozco la suerte que tuve de no necesitar más tratamiento. Soy muy afortunado de tener el amor y el apoyo de mi familia, amigos y vecinos durante esta montaña rusa emocional. Sin embargo, seis semanas más tarde, varios de mis síntomas regresaron, incluida la ictericia, y terminé nuevamente en el hospital con colangitis esclerosante primaria, una afección poco frecuente y potencialmente mortal que implica inflamación, formación de tejido cicatricial y estrechamiento de los conductos biliares, para lo cual me pusieron un stent biliar. Por desgracia, insertaron el stent incorrectamente y tuvieron que reparar el problema. Como resultado, tuve que luchar contra varias infecciones, fiebre e incluso un pulmón colapsado. Me preguntaba cuánto más podría soportar, física, emocional y mentalmente. Y, como si ya no hubiera pasado por suficiente, tuve que reinventarme profesionalmente y buscar una nueva carrera que fuera más llevadera para mi cuerpo, porque ya no tenía la energía para seguir como oficial en un correccional.
Después de una larga recuperación y un gran esfuerzo para establecer una nueva carrera profesional, los problemas de salud volvieron a aparecer. En 2006, sufrí un taponamiento cardíaco, una afección en la que el líquido impide que el corazón lata correctamente. Se cree que es un efecto secundario de la quimioterapia que había recibido para tratar el linfoma una década antes. Me llevaron de urgencia al hospital. Mi situación era tan grave que un sacerdote me administró los últimos sacramentos. Una vez más, resistí.
El poder de la resiliencia
Pasar por estas crisis de salud, seguidas por la pérdida absolutamente devastadora de mi primera esposa, me ha enseñado cuán preciosa y delicada es la vida y que todos tenemos momentos difíciles que prueban profundamente nuestra capacidad de recuperación. Mi amoroso sistema de apoyo, mi determinación de mantenerme positivo y centrado y el poder de la fe y la oración me sostuvieron y consolaron durante todas las batallas de salud que enfrenté y me dieron la valentía para visualizar y planificar mi futuro.
Hoy, estoy casado de nuevo, sano y agradecido por cada día de vida. Un día, mientras me recuperaba de mi cirugía de Whipple, miré por la ventana de mi estudio y recé para que, si llegaba a tener la oportunidad, pudiera hacer algo grandioso con mi vida y continuara viviendo una vida con propósito. He cumplido esa promesa: en 2017, me eligieron como el primer alguacil afroamericano del condado de Suffolk, Nueva York, puesto para el que fui reelegido en 2021. En este papel, trabajo incansablemente para mantener segura a mi comunidad de Long Island: ayudo a las personas encarceladas a reconstruir sus vidas, me aseguro de que los ancianos, los jóvenes y los menos afortunados sean atendidos y soy un modelo positivo a seguir y un recurso valioso para mis votantes.
He aprendido el poder de la perspectiva. Disfruto cada día tal y como se presenta y encuentro tiempo para un trabajo significativo, para mi familia (¡incluida mi nieta pequeña!) y para los pasatiempos que me dan alegría, como jugar al hockey, leer y escuchar música de jazz. Superar estas experiencias de salud que amenazaron mi vida me ha inspirado la pasión por empatizar y ayudar a otros con sus diagnósticos y servir como puente para dar a los pacientes y sus familias consejos, fortaleza y, lo que es más importante, una razón para tener esperanza.
En honor al Mes de Sensibilización sobre el Cáncer de Páncreas en noviembre pasado, apoyé a la Lustgarten Foundation, porque sé que la investigación produce resultados reales. Es la única forma de avanzar en la prevención, la detección temprana y los nuevos tratamientos del cáncer de páncreas, y es el factor más crítico para transformar el cáncer de páncreas en una enfermedad curable. Nadie sabe si esta devastadora enfermedad les afectará a ellos o a un ser querido, ni cuándo. Si pudo pasarme a mí, una persona que era joven y por lo demás saludable, entonces puede afectar a cualquiera. Como comunidad, debemos asegurarnos de que Lustgarten Foundation continúe financiando las investigaciones más innovadoras que brindarán a los pacientes como yo la mejor oportunidad de supervivencia y calidad de vida.
El Dr. Errol D. Toulon, Jr., alguacil del condado de Suffolk, Nueva York, vive según el dicho de que lo que no nos mata nos hace más fuertes. Su valentía, resistencia y perseverancia han sido probadas repetidamente, y continúa haciendo frente a cualquier cosa que la vida le depare con una fuerza inquebrantable, una gracia infinita y un optimismo implacable. Esta historia fue publicada originalmente por Lustgarten Foundation.
Mire cómo el Dr. Toulon comparte su historia con sus propias palabras en el video “Appreciation for Humanity” (Aprecio por la humanidad).