Cada persona representa una estadística propia y única
- Los problemas abdominales padecidos durante mucho tiempo finalmente recibieron un diagnóstico de cáncer de páncreas en estadio IV
- Quimioterapia, seguida de cirugía
- Más quimioterapia y radiación después de la cirugía
- Mentora de otros pacientes
Padecí síntomas abdominales durante años antes de que me diagnosticaran cáncer de páncreas en estadio IV.
En ocasiones, sentía inflamación abdominal, pero no podía identificar con exactitud de dónde venía. Solo sabía que no provenía del estómago. También tenía la sensación de estar llena durante algunos días; sentía nauseas, dolor y cansancio en todo el cuerpo. Generalmente, los síntomas se prolongaban por unos tres días y luego desaparecían; y estos episodios se producían tres o cuatro veces al año. Diversos doctores me hicieron pruebas para detectar lupus, enfermedad de Crohn, síndrome del intestino irritable, celiaquía, enfermedad de la vesícula, helicobacter pylori y finalmente reflujo de ácido. Se descartaron todas estas afecciones, pero los síntomas se estaban volviendo más frecuentes.
Finalmente, mi especialista en medicina interna solicitó una tomografía computarizada del abdomen. La tomografía reveló un tumor de 11 cm en la cola del páncreas, que había crecido hasta alcanzar el bazo, una parte del estómago y el revestimiento del riñón izquierdo, y había muchos ganglios linfáticos agrandados. El 5 de abril de 2006, me diagnosticaron adenocarcinoma de páncreas en estadio IV.
Intentar un plan de tratamiento fuera de lo común
Primero, hice una cita con mi cirujano, el Dr. Mika Sinanan, quien entonces era jefe de cirugía en el University of Washington Medical Center, para averiguar si él podía extirpar el tumor. El Dr. Sinanan no quería operarme porque el cáncer estaba en estadio IV y era probable que estuviera en todo el cuerpo. Aunque él no tenía muchas esperanzas en mi caso, lo reconsideraría en función de cuán eficaz fuera la quimioterapia.
Poco después de mi consulta con el Dr. Sinanan, me dirigí a Seattle Cancer Care Alliance (SCCA), donde conocí a mi oncólogo, el Dr. Sam Whiting (quien ahora es director de investigaciones oncológicas en Calithera, una pequeña empresa biofarmacéutica en las afueras de San Francisco, California). Fue de gran apoyo y nunca me dijo que no había nada que hacer. Es científico e investigador, lo que me dio muchas esperanzas, porque estaba convencida de que el sólido conocimiento científico me daría las mejores posibilidades de supervivencia.
En ese entonces, SCCA no ofrecía ensayos clínicos para el cáncer de páncreas. Sin embargo, el Dr. Whiting me incluyó en un pequeño estudio para pacientes en estadio IV para ver si la quimioterapia podía reducir el tumor lo suficiente para hacer que fuera posible operar. Me dieron una combinación llamada GTX: gemcitabina (Gemzar), docetaxel (Taxotere) y capecitabina (Xeloda). Luego de tres meses de tratamiento, el tumor se había reducido en un 50 % y mi CA 19-9 estaba en un rango normal. El Dr. Whiting solicitó una tomografía PET, que mostró muy poca actividad en el páncreas y los ganglios linfáticos. Volví al Dr. Sinanan para defender mi caso a favor de la cirugía. Le preocupaba que tuviera pequeñas metástasis en el abdomen y que por eso la cirugía no pudiera ayudarme. Aceptó hacer una inspección laparoscópica primero en busca de otras metástasis.
Extirpación quirúrgica del remanente del cáncer
Me sometí a la cirugía el 4 de agosto de 2006. El Dr. Sinanan no encontró ninguna metástasis, así que me extirpó la cola del páncreas, el bazo, parte del estómago, el revestimiento del riñón izquierdo y algunos ganglios linfáticos. Tuvo que dejar un ganglio linfático sospechoso que envolvía la aorta, porque era riesgoso extirparlo. El Dr. Sinanan me dijo que la cirugía sería lo peor que yo haya atravesado, pero a los 4 días estaba en casa. ¡Había hecho un trabajo estupendo conmigo!
El Dr. Whiting me dijo que el informe patológico había encontrado solo 1 mm de células cancerosas viables del tumor primario, pero que había una pequeña mancha de cáncer en uno de los ganglios linfáticos que habían extirpado. Debido a esto y al hecho de que mi cáncer había estado tan avanzado, recomendó realizar más quimioterapia. Me sometí a otros tres meses de GTX, pero al Dr. Whiting le preocupaba que mi cáncer desarrollara resistencia a los medicamentos. Cambiaron la medicación por gemcitabina, oxaliplatino y erlotinib (Tarceva). Soporté solo cuatro ciclos de oxaliplatino, debido a que me causaba inflamación intensa y una parálisis facial transitoria el día después de la infusión. Cuando realicé el tratamiento, varios de los medicamentos que me administraron para tratar el cáncer de páncreas estaban en fase experimental, por lo que se desconocía en gran medida la seguridad y la eficacia de las dosis y los efectos secundarios. Dejaron de administrarme oxaliplatino y continué solo con gemcitabina.
Un año después de la cirugía, una tomografía computarizada mostró que el ganglio linfático que envolvía la aorta había crecido 1 cm y una tomografía PET confirmó que efectivamente se trataba de cáncer. Me reuní con mi oncólogo de radioterapia, el Dr. Wui-Jin Koh, (en ese entonces en la Universidad de Washington y actualmente vicepresidente principal/director médico de National Comprehensive Cancer Network), quien agregó radioterapia a mi tratamiento. Me hicieron 26 fracciones de radiación, combinadas con nueve semanas de quimioterapia con cisplatino e irinotecán. (Las dosis completas de radiación se dividen en tratamientos más pequeños denominados fracciones, la serie de tratamientos).
Luego de completar esos tratamientos, me sentía totalmente agotada y necesitaba tomar un descanso para recuperar la energía. Por suerte, las tomografías computarizadas de seguimiento mostraron que ya no tenía cáncer, así que me arriesgué y no regresé a la quimioterapia. Durante un par de años, me realizaron seguimientos con tomografías computarizadas y luego con resonancias magnéticas y radiografías de tórax. En 2014, me indicaron que podía dejar de hacerme resonancias magnéticas y reemplazarlas por ecografías endoscópicas anuales para controlar si había nuevas lesiones en el páncreas. Mi última ecografía endoscópica (EUS) fue en julio de 2017, tras cumplir 10 años sin cáncer desde la finalización del tratamiento.
Mi familia tiene muchos antecedentes de diversos tipos de cáncer, por lo que me realicé pruebas genéticas en busca de mutaciones, pero no encontraron ninguna. Me haré más pruebas genéticas si se descubren nuevas mutaciones relacionadas con el cáncer de páncreas.
Vuelta a la normalidad
Actualmente, continúo con el cuidado de mi alimentación y realizo mucho ejercicio. Debo tomar enzimas pancreáticas adicionales (pancrelipasa) que me ayudan a digerir la comida, pero en general tengo una vida muy normal. Disfruto de cocinar, hacer jardinería e investigar mi genealogía familiar. Además, trabajo como voluntaria en la recepción de servicios para el visitante en SCCA, para ayudar a los pacientes en todo lo que puedo y demostrar al personal y los pacientes que muchas personas con cáncer pueden tener una apariencia normal y recuperar sus vidas. Lo más importante es que cada uno de nosotros representa una estadística propia y única.
Miggie cuenta su historia en “Mírenme”.