Historias de sobrevivientes
20 de mayo, de 2024 • 4 Min

El sonido de la esperanza

Kim Bate

Pancreatic cancer survivor Kim Bate and his wife
  • Antecedentes familiares de cáncer de páncreas
  • Falso negativo en la primera biopsia
  • Pancreatectomía distal más quimioterapia

No había pensado en el cáncer de páncreas hasta que me dio un puñetazo en el estómago… tres veces seguidas.

Primero, en el verano de 2017, mi hermana sufrió una larga enfermedad que no fue diagnosticada durante muchos meses. En octubre de ese año los médicos confirmaron que padecía cáncer de páncreas en estadio IV. Murió unas semanas después. En febrero de 2018, los médicos le diagnosticaron a mi hermano gemelo un tumor en el páncreas. Falleció inmediatamente después debido a complicaciones que tuvo después de la biopsia. Siete meses después llegó el golpe definitivo: mi propio diagnóstico de adenocarcinoma de páncreas en estadio II.

Ningún síntoma y un falso negativo

La única razón por la que fui al médico en primer lugar fue por una erupción en la piel, que finalmente me diagnosticaron como herpes zóster. Pero mis médicos sospechaban que tenía cáncer en alguna parte del cuerpo, aunque no podían precisarlo. Me hicieron varias tomografías y una biopsia, que dieron negativo. Pensé que estaba a salvo. Pero mi médico quiso profundizar más y finalmente confirmó que tenía cáncer de páncreas.

Estaba decidido a superarlo. Al principio, tenía programada una cirugía robótica en un centro médico local, pero mi familia me convenció de que fuera al University of Nebraska Medical Center (UNMC) en Omaha, a una hora de distancia de mi hogar en Lincoln. Allí, conocí al Dr. Luciano Vargas y supe que estaba en el lugar correcto. Diez días más tarde me estaba operando.

Cirugía y quimioterapia

El Dr. Vargas me practicó una pancreatectomía distal para extirpar el cáncer. Entre otras cosas, me extirparon la cola del páncreas, todo el bazo y varios ganglios linfáticos.

Después de recuperarme de la cirugía, comencé con la quimioterapia bajo la supervisión de una oncóloga, la Dra. Kelsey Klute. Comencé la quimioterapia en diciembre de 2018. Durante seis meses, mi mujer y yo conducíamos 45 minutos cada dos semanas desde Lincoln a Omaha para cumplir con las sesiones de quimioterapia. Me administraban infusiones de líquidos, me controlaban el peso y la neuropatía. Perdí un tercio de mi peso corporal y me costaba mucho comer.

Acabé aprovechando todos los tratamientos disponibles en el UNMC. La Dra. Klute insistió en hacerme pruebas genéticas, sobre todo por mis antecedentes familiares. Pero no se detectaron mutaciones. 

Una lista de esperanza

Comencé a perder la esperanza durante el tratamiento. Empecé a escribir una lista de cosas que me perdería si no superaba la enfermedad. Pero me detuve después de escribir algunos puntos de la lista, le di la vuelta al papel y empecé una nueva lista de cosas que voy a hacer. Este cambio positivo en mi forma de pensar me ayudó a superar los momentos más difíciles. Desde entonces, nunca he vuelto a mirar la otra cara de ese papel.

Finalmente, con esperanza, familia y fe, completé doce rondas de quimioterapia y terminé tocando la campana de “no más quimio” en el UNMC. Fue un día de alegría para mi mujer, mis hijos, mis médicos y para mí.

Hace casi seis años que el cáncer de páncreas cambió mi vida. Llevo más de cinco años sin cáncer y disfrutando cada minuto de cada día. Siempre voy a mirar el lado bueno de mi vida (y el lado esperanzador de ese papel), sin importar lo que surja en el futuro.

De hecho, estoy tan orgulloso de lo lejos que he llegado que hago sonar la campana cada vez que me dan el certificado de buena salud en el UNMC. No me limito a darle un golpecito, sino que la golpeo para que suene fuerte. Entonces digo en voz alta: “Ese es el sonido de la esperanza”. 

Si pudiera transmitir algún mensaje a otras personas que padecen esta enfermedad, sería este: Hay esperanza. Hay esperanza.