Uno de los tumores más grandes que jamás habían visto
- La colonoscopia de rutina conduce al diagnóstico
- La quimioterapia reduce considerablemente el tamaño del tumor
- Búsqueda de un cirujano que estuviera dispuesto a intentar extirpar el tumor
- La recurrencia y la segunda cirugía causan diabetes de tipo 1
Curiosamente, nunca tuve ningún síntoma antes de que me diagnosticaran cáncer de páncreas en estadio IV en julio de 2014.
Me habían hecho una colonoscopia de rutina. Mi médico descubrió lo que parecía ser un pequeño tumor en el intestino y pensó que podía extirparlo sin mucha preocupación. Sin embargo, los resultados de una endoscopia indicaron lo contrario. El médico se sentó conmigo después y me dijo que tenía uno de los tumores más grandes que jamás había visto.
Inoperable e incurable
La noticia fue desalentadora. El tumor era inoperable e incurable y me dieron alrededor de tres meses de vida. Los médicos del University of Miami Sylvester Comprehensive Cancer Center me recomendaron que siguiera adelante con la quimioterapia mientras intentaban mantenerme cómoda durante los meses que me quedaban. Tenía 58 años y dos hijos en la escuela secundaria. ¡No hace falta decir que no estaba lista para dejar esta vida! No dejaría que este tumor (o mi miedo al cáncer) me llevara tan pronto. Estaba decidida a que me extirparan el tumor… Solo tenía que encontrar la manera correcta y el médico adecuado para hacerlo.
Comencé mi tratamiento con 10 ciclos de FOLFIRINOX, que es una combinación de cuatro quimioterapias diferentes. Me administraban las primeras tres en un día y la cuarta en casa en el transcurso de 48 horas. Tuve algunos efectos secundarios, como fatiga, náuseas, problemas para tocar o beber algo frío y neuropatía en los dedos de las manos y los pies. No era terrible, pero justo cuando comenzaba a sentirme mejor hacia el final de las tres semanas, el régimen se repetía de nuevo y los efectos secundarios regresaban.
Junto con la quimioterapia, decidí que iba a luchar mental y espiritualmente contra el cáncer. Mantuve una perspectiva positiva sobre mi pronóstico. Seguí encontrando alegría todos los días. Decidí no entrar en Internet para buscar estadísticas y tasas de supervivencia. También hacía Reiki semanalmente con un terapeuta.
Al fin, un gran avance
Mi cuerpo respondió bien a la quimioterapia y logramos un gran avance después del décimo ciclo: ¡el tumor se había reducido en un 70 por ciento! Los médicos dijeron que todavía era inoperable porque el tumor estaba envuelto alrededor de algunas venas vitales que no se podían reemplazar. Pero estaba convencida de que tenía que haber alguien que pudiera hacerlo, o al menos intentarlo.
Mi esposo encontró un cirujano en Johns Hopkins (en Baltimore) que estaba dispuesto a operar y logramos pedir una cita con él. Sin embargo, terminé cancelándola. Un nuevo cirujano, el Dr. Nipun Merchant, se unió al equipo de Sylvester aproximadamente al mismo tiempo y trajo consigo un nuevo sentimiento de esperanza para mi pronóstico. Aceptó intentar extirpar el tumor, pero una vez que abriera mi cuerpo no había garantía de que se pudiera extirpar. No obstante, todos estábamos ansiosos de que lo intentara.
Me sometí a la anestesia esperando lo mejor. Cuando desperté parecía que solo habían pasado unos minutos. Pensé que no debía haber podido realizar la operación. En realidad habían pasado nueve horas y media y efectivamente me habían extirpado el tumor junto con la cola del páncreas, dos tercios del estómago, una parte del intestino y el bazo. ¡Finalmente, estaba libre de cáncer!
Hice tres meses más de quimioterapia después de la cirugía y seguí haciéndome tomografías con regularidad. Dos años más tarde, las tomografías mostraron algo en la cabeza del páncreas. Me sometí a una segunda operación que me extirpó el resto del páncreas y la vesícula. Como resultado, ahora tengo diabetes de tipo 1, pero eso no me impide hacer ninguna de las cosas que realmente disfruto.
Las pruebas genéticas me brindaron alivio mental
Me sometí a pruebas genéticas. Los resultados mostraron que no tenía mutaciones. Si bien los resultados no tuvieron ningún impacto en mi pronóstico o tratamiento, me brindaron una sensación de alivio porque pude hacerles saber a mis hijos que mi cáncer no era genético. Al menos no tenían que preocuparse de heredar cáncer a través de mis genes.
La vida después de dos cirugías
Mi recorrido de “tres meses” comenzó hace nueve años y todavía estoy aquí viva, jugando pickleball, golf, nadando en mi piscina y andando en bicicleta. Tuve que dejar el buceo, pero puedo viajar y hacer senderismo. Después de nueve años, la neuropatía en las manos ha desaparecido, pero todavía tengo los dedos de los pies y las plantas de los pies entumecidos.
En general estoy sana y me siento muy bien la mayor parte del tiempo. Lo que he aprendido a lo largo de este viaje y mi consejo para los demás es que es necesario encontrar alegría todos los días. Crear tu realidad. ¡El Dr. Merchant me salvó la vida y me aseguro de usarla bien!
Escuche la historia de Donna en “Encuentre la alegría de vivir cada día”.