Estoy aquí hoy gracias a un procedimiento de Whipple
- Dolor e ictericia llevan a un diagnóstico de cáncer de páncreas
- Procedimiento de Whipple seguido de muchas complicaciones
- Finalmente, la recuperación
Me diagnosticaron cáncer de páncreas a principios de febrero de 1996 después de padecer un fuerte dolor abdominal.
También tenía mucha ictericia en ese momento, tanta que un amigo del trabajo me llevó al hospital. El médico solicitó una tomografía computarizada, que reveló un tumor en el páncreas. Me internaron en el St. Joseph Hospital (Orange, California), donde me realizaron una biopsia. El informe de patología confirmó que tenía cáncer de páncreas en estadio I. Se programó un procedimiento de Whipple para el 17 de febrero con el Dr. Brian Palafox.
Hora del Whipple
Me habían informado de los riesgos de la cirugía y mis posibilidades de vida, por lo que la noche antes de la cirugía me eché para atrás. Me vestí e intenté caminar hasta mi casa. No llegué muy lejos. Di la vuelta y regresé al hospital. El personal del hospital me hizo muchas preguntas (si había comido o bebido algo) y luego me llevaron a mi habitación. También me quitaron la ropa para que no intentara volver a escaparme.
Complicaciones posteriores
Me realizaron el procedimiento de Whipple a la mañana siguiente y me enviaron a la Unidad de Cuidados Intensivos. Tuve problemas poco después y la semana siguiente me tuve que someter a otra cirugía. Una semana más tarde, surgieron más problemas y me realizaron otra cirugía. Me colocaron dos bolsas de ostomía durante una de las cirugías y sondas Penrose para mantener la herida abierta. Una de las sondas acabó atravesando el tejido cicatricial y terminé con tres bolsas de ostomía. Estuve en la UCI durante seis semanas y todo ese tiempo me administraron morfina. Pasé otras seis semanas en el pabellón de oncología. Después de eso, pasé otro mes en un hospital de reposo para hacer la rehabilitación.
Durante todo ese tiempo, me alimentaron mediante nutrición parenteral total (TPN), no podía comer ni beber nada. Bajé de 160 libras (72.5 kg) a 91 libras (41 kg). Esto ocurrió porque en las cirugías se produjeron algunas filtraciones a través de mi aparato digestivo que aún no se había cerrado.
Durante mi estadía en el hospital, me realizaban tomografías computarizadas casi todas las semanas. Los médicos no me administraron quimioterapia ni radiación porque decían que estaba muy débil. Y hasta ese momento, no aparecía nada en ninguna de las pruebas.
En octubre de 1996, fui a servicios para pacientes ambulatorios donde me colocaron otra vía de acceso en la espalda porque seguía teniendo muchas infecciones. La enfermera que asistía a los médicos me dijo: “Yo lo recuerdo de la UCI, ¡usted me golpeó en la boca!”. Me disculpé, y ella respondió: “Lo comprendo, usted estaba luchando por su vida”.
La vida después de la recuperación
A medida que mi cuerpo se recuperaba, me costaba determinar qué podía comer y qué no; de hecho, todavía algunas veces como algo que no me sienta bien. Sin embargo, tal vez el aspecto más difícil de mi recuperación fue aprender a manejar la bolsa de ostomía.
En agosto de 1997, me sometí a una última cirugía para detener las filtraciones internas, me quitaron las bolsas de ostomía y finalmente comencé a comer alimentos sólidos. Pude levantarme y caminar por el pasillo un par de horas después de la recuperación.
Les agradecí a los médicos y enfermeros por todo lo que hicieron para que pudiera superar los momentos difíciles, tanto para mí como para ellos.
Me mudé a Montana hace 18 años porque allí hay mucha pesca.
Mi mejor consejo para ustedes es que vivan cada día tal como se presente, que se mantengan positivos y que sigan luchando.