Vivo para disfrutar los placeres simples de la vida
- Finalmente, se diagnostica cáncer de páncreas a una mujer con problemas estomacales de larga duración
- Cirugía y luego quimioterapia
- Finalmente, desaparecen los efectos secundarios graves del tratamiento
Después de 63 años sin ningún problema de salud y de recorrer el país sin casco en una motocicleta Harley-Davidson, pensaba que era algo así como intocable.
Pero hace cinco años, me diagnosticaron cáncer de páncreas, y mi vida en el noroeste del Pacífico cambió. Estoy agradecido al Dr. James Park, cirujano de University of Washington Hospital, y al Dr. Andrew Coveler, mi oncólogo de Seattle Cancer Care Alliance, por prolongar mi vida.
Hace unos ocho años comencé a perder peso y noté que iba al baño con más frecuencia. Tenía calambres en el estómago bastante seguido, pero pensé que era por el estrés del trabajo y otras circunstancias de la vida. Fui a ver a mi médico de cabecera y amigo personal desde hace 30 años, que me diagnosticó erróneamente durante un par de años, probando esto y aquello. Finalmente, decidí hacerme una ecografía porque creía que podía tener una úlcera.
El técnico hacía lo suyo mientras yo estaba acostado sobre la mesa, y dijo: “Un momento, vuelvo enseguida”. Luego vino el médico e hizo lo mismo. Cuando el médico regresó por segunda vez, dijo: “Parece que tiene una masa anormal alrededor del páncreas; creemos que debe ir a Cancer Care Alliance de Seattle”. Al día siguiente, me registré como paciente nuevo, me hice una tomografía computarizada y me reuní con un cirujano, un oncólogo y un equipo.
La vida cambia rápido con un diagnóstico de cáncer de páncreas
Unas pocas semanas después de recibir el diagnóstico inicial, yo estaba en el hospital preparándome para lo que resultó ser una operación de Whipple modificada que duró 12 horas. Me extirparon la mayor parte del páncreas, una porción larga de intestino infectado, tres cuartos del estómago y la vesícula. Desviaron el vaciamiento el estómago e hicieron varias otras cosas. El tumor en sí medía seis pulgadas (unos 15 cm) de diámetro.
Al alta me dijeron que podía irme a casa, retomar mi vida y comer lo que quisiera. Una semana más tarde, sentí el peor dolor de mi vida y terminé en la sala de emergencias, donde me internaron otra semana. Los nervios del intestino habían dejado de funcionar; durante los seis meses siguientes no ingerí más que batidos líquidos. Pasé de tener un peso saludable de 180 libras (casi 86 kilos) a 95 libras (unos 43 kilos).
Después de recuperarme un poco comencé la quimio con gemcitabina. Recibí el tratamiento por unos seis meses; fue cruel. Usé marihuana medicinal para las náuseas y para ayudarme a mantener la calma en medio de la tormenta. Recibí quimio durante aproximadamente seis meses.
Disfrutar los placeres simples después de la operación de Whipple
Como sobreviviente del cáncer de páncreas, ahora estoy en una nueva categoría de la que ni yo ni muchos otros habíamos oído hablar. Hace casi un año los resultados de mis análisis mostraron niveles altos de glucosa, y mi A1C estaba en 9.8, por lo que ahora soy considerado diabético. También tomo enzimas pancreáticas con todo lo que como. El endocrinólogo con el que consulté me dio la mano y dijo: “Me gustaría estrecharle la mano”. En los 42 años que había sido especialista, yo era solo la segunda persona que había conocido que pertenecía a esta categoría de diabéticos. Ni de tipo 1 ni de tipo 2, sino de una categoría diferente. Según mis investigaciones, algunos la llaman tipo 3c (no es lo mismo que diabetes de embarazo).
Qué más se puede decir, aparte de que soy extremadamente afortunado de estar aquí, abrazando a mis nietos, sintiendo la brisa en la cara y el sol en la espalda. Después de todo, lo que importa no es el destino, sino el viaje. Los sobrevivientes entendemos que lo esencial es disfrutar de lo que importa, de los placeres simples de la vida, sin estresarnos por cosas menores.
Escuche las palabras de Kenny de su propia boca en “Cada día es un regalo”.