Historias de sobrevivientes
13 de julio, de 2018 • 6 Min

Un plan de más duración con opciones de tratamiento

Susan Riddle

Susan Riddle on a swing, with her husband behind her
  • Los malestares estomacales fueron precursores de un cáncer de páncreas en estadio III
  • Reducción del tumor con quimioterapia y radiación
  • NanoKnife y efectos secundarios

Según puedo recordar, comencé a sentir dolores de estómago leves desde noviembre de 2015.

Los problemas de estómago comenzaron a intensificarse en enero de 2016. Dado que siempre se presentaban cuando comía, intenté variar mi dieta para aliviarme. Eso no ayudó mucho, pero los dolores de estómago no eran tan graves como para acudir al médico y decirle que tenía molestias estomacales. Solo a veces vomitaba o tenía diarrea, principalmente después de comer.

En marzo de 2016, se me formó un forúnculo en las nalgas que se volvió muy doloroso y no me permitía sentarme cómodamente. Me vi forzada a consultar con mi médica en ese momento y, después de que se ocupara del forúnculo, le mencioné mis problemas de estómago. Analizó una muestra de heces y pensó que todo estaba bien, pero me recomendó que consultara al gastroenterólogo. Ese médico realizó una sigmoidoscopia, pero no descubrió nada inquietante. Sin embargo, pensó que yo tenía el síndrome de Gilbert porque mi bilirrubina estaba alta. Pero dado que el síndrome de Gilbert no causa malestar de estómago, vómitos ocasionales ni diarrea, el gastroenterólogo me sugirió que me hiciera una tomografía computarizada. Me hice la tomografía el 7 de abril de 2016 y esta reveló un tumor y un quiste en el páncreas. El 14 de abril me hicieron una endoscopia, me extirparon el quiste y tomaron una muestra del tumor. La primera ronda de pruebas no fue concluyente, pero una segunda mirada indicó la presencia de cáncer.

Un plan para reducir el tumor

El diagnóstico era adenocarcinoma de páncreas en estadio III. El tumor no se pudo extirpar debido a su ubicación alrededor de la arteria mesentérica superior. El Dr. Martin Palmeri, mi oncólogo (que ahora trabaja en Asheville, Carolina del Norte), elaboró un protocolo de tratamiento para mí. El plan consistía en reducir el tumor para que ya no envolviera la arteria y luego extirparlo o hacer una electroporación irreversible (NanoKnife).

Comencé a recibir infusiones intravenosas de Gemzar y Abraxane el 1 de mayo de 2016. Durante cuatro meses recibí estas infusiones una vez por semana durante dos semanas, con una semana de descanso. Dos veces no pude recibir la infusión debido a mis conteos sanguíneos.

Al momento de cada infusión me administraban esteroides y medicamentos contra las náuseas. También tomaba proclorperazina o Zofran el día después del tratamiento para prevenir las náuseas. En el transcurso de los cuatro meses, mi enfermedad me hizo vomitar menos de cinco veces, por lo que me sentí muy agradecida y bendecida. El día después de la infusión, solía tener mucha energía, lo cual supongo que se debe a los esteroides. El segundo día después de la infusión, me sentía cansada; no tanto como para limitar mi actividad de forma importante, pero sí descansaba más esos días. Para el tercer tratamiento de quimio, mi cabello había desaparecido y, después de la tercera semana de infusiones, me salió una erupción alrededor de la sección media del cuerpo. La erupción desapareció en un par de semanas después de aplicar una crema.

Después de tres meses, me hice otra tomografía computarizada, que reveló una reducción en el tamaño del tumor. Mi CA 19-9 disminuía rápidamente.

Siguientes pasos y efectos secundarios

El siguiente paso fue radiación diaria por unos 25 días con el Dr. William McCollough. Tomaba Xeloda por vía oral además de la radiación, en un programa de 14 días en tratamiento y siete días de descanso. Al finalizar los 14 días con Xeloda, tenía delicada la planta de los pies, pero no me salieron ampollas. Cuando terminé con la radiación y la quimio, noté que tenía dificultad para subir las escaleras porque se me habían debilitado mucho las piernas. Esto duró alrededor de cuatro semanas.

Mientras recibía radiación, noté que veía como una cortina gris en el ojo derecho. Me enteré que tenía un virus en la retina, posiblemente debido a que mi sistema inmunitario se vio comprometido durante la quimio y la radiación. Me repararon el desprendimiento de la retina quirúrgicamente, pero el virus causó bastante daño y perdí la vista del ojo derecho.

Un mes después de la radiación, una tomografía computarizada reveló que el tumor estaba más pequeño y justo contra la arteria. Mis niveles de CA 19-9 estaban bajos.

Momento para NanoKnife

El Dr. Palmeri me recomendó que viajara a Louisville, Kentucky, para consultar al Dr. Robert Martin, experto en electroporación irreversible, también conocida como cirugía NanoKnife. Me sometí a este procedimiento el 5 de enero de 2017, y la ablación tuvo éxito.

Igual que a la mayoría de los pacientes que se someten a NanoKnife, me pusieron la sonda de alimentación recomendada durante tres meses. Comencé las infusiones intravenosas de quimio con Gemzar en febrero de 2017, junto con Xeloda. Continué con este régimen de quimio hasta el 3 de julio de 2017. Me salieron ampollas en las manos y los pies por el Xeloda, por lo que mi médico me dio un descanso de dos semanas del medicamento y luego redujo la dosis.

Tres meses después de la cirugía con NanoKnife, una tomografía computarizada reveló que el tumor aún estaba allí, pero no activo. El Dr. Palmeri seguía preocupado y quería que otro experto analizara la tomografía para saber si el tumor debía extirparse. Me hice una tomografía PET y una resonancia magnética. El consenso fue que las arterias estaban tan afectadas por el tumor que sería peligroso extirparlo, especialmente dado que yo estaba tan bien y el tumor estaba aparentemente inactivo. Esas eran buenas noticias, pero tenía un quiste en el ovario derecho, algo que se había visto en una tomografía anterior y ahora se había vuelto más grande. Me derivaron al ginecólogo oncólogo Dr. Timothy Vanderkwaak para que me tratara los ovarios debido a mis antecedentes de cáncer.

El 30 de agosto de 2017, me hicieron una cirugía laparoscópica para extirparme los ovarios y las trompas de Falopio. Todo salió bien, pero el quiste era canceroso. No obstante, el médico lo extirpó en su totalidad y no fue necesario administrar más medicamentos. Me sentí aliviada.

Control continuo

Seguí realizándome tomografías computarizadas cada tres meses, lo cual fue bueno porque una de estas detectó un coágulo de sangre en el páncreas, que presionaba una vena. Me administré inyecciones de enoxaparina durante tres meses. El coágulo no desapareció, pero había muchas venas colaterales alrededor del coágulo, por lo que se suspendieron las inyecciones. ¿No es maravilloso como el cuerpo se recupera solo?

El Dr. Martin me preguntó si podía usar muestras del tumor para investigación. Firmé los documentos, pero no sé exactamente qué tipo de pruebas se llevaron a cabo.

El Dr. Vanderkwaak sugirió que se realizaran pruebas para detectar mutaciones asociadas con el cáncer de ovario y de mama. Me enteré de que tengo una mutación en el gen BARD1, lo cual aumenta mis probabilidades de padecer cáncer de ovario o de mama. Debido a esta mutación, me sugirió que me hiciera más exámenes de mama. También me hicieron pruebas para detectar síndrome de Gilbert. Dado que tengo la mutación de BARD1, mi oncólogo cambió la elección de medicamentos de quimio que había solicitado para mí.

Me realicé una tomografía computarizada en junio que reveló una lesión en el hígado, y mi CA 19-9 ha ido aumentando lentamente. Tengo programada una resonancia magnética que ayudará a evaluar la lesión en el hígado, y una consulta con mi médico a mediados de julio para decidir los siguientes pasos. ¡Alabado sea Dios!

Dieciocho meses después de compartir su historia, Susan falleció. Debido a los efectos secundarios, continuó buscando tratamientos y se sometió a pruebas genéticas para encontrar una que pudiera marcar la diferencia. Ofrecemos nuestro más sincero pésame a su familia.