Historias de sobrevivientes
26 de abril, de 2018 • 3 Min

Solucionar mi problema me salvó la vida

Bruce Seibert

Bruce Siebert, pancreatic cancer survivor
  • Las náuseas conducen a un diagnóstico de cáncer de páncreas
  • Pruebas y luego un procedimiento de Whipple
  • Un certificado de buena salud para mí

Cuando vomité un día en diciembre de 2004, pensé que era algo que había comido.

Tres días después, seguía sintiéndome mal. Tenía una sensación incómoda en el pecho, donde se unen las costillas. Traté de programar una cita con mi médico, el Dr. Steven Pepper, pero no estaba disponible, por lo que consulté con su socio. Creo que este médico me salvó la vida al solucionar mi problema.

Pruebas y luego un procedimiento de Whipple

Le expliqué mi problema al médico y este me palpó la zona abdominal. Me envió al laboratorio en el tercer piso para que me hicieran un análisis de sangre. Los empleados del laboratorio también me indicaron que bebiera un líquido de contraste de camino a St. Joseph Hospital, donde me realizarían una tomografía computarizada de inmediato.  Me hicieron la tomografía y me enviaron a casa.

La noche siguiente, recibí una llamada del hospital. Me dijeron que debía “presentarme en la sala de emergencias. Tiene pancreatitis”. No comí durante un par de días y luego me enviaron al St. Louis University Hospital (SLUH). Me realizaron una colangiopancreatografía retrógrada endoscópica, o ERCP (¡gracias a Dios por el corrector ortográfico!), para la cual bajaron un instrumento por la garganta. Me colocaron una especie de drenaje o derivación. Dos días después, regresé y me realizaron otra ERCP y una biopsia por punción. Tenía cáncer de páncreas.

Me derivaron al Dr. Todd Howard, un cirujano. El médico del SLUH y el Dr. Howard tenían planeado extirpar el tumor del páncreas. Fui al Missouri Baptist Hospital en St. Louis y me sometí a un procedimiento de Whipple en enero de 2005. Cuando desperté horas después, el Dr. Howard me dijo que había un tumor en la cabeza del páncreas y que lo había extirpado por completo. Más adelante, me enteré de que no tenía tumores en los ganglios linfáticos.

Abandoné el hospital al cabo de tres semanas. Tuve que aprender una nueva manera de comer. Sabía que no podía saborear la comida, pero me dijeron que eso desaparecería, y así fue. El médico me dijo que probara diferentes alimentos y así descubriría lo que podía comer y lo que no. También me dijo que podía probar enzimas y ajustar las dosis según fuera necesario.

Volví a la consulta del Dr. Howard dos veces el primer año para realizarme análisis de sangre y tomografías computarizadas. Durante los siguientes cuatro años, me hicieron tomografías y análisis una vez al año. Cuando pasaron cinco años, el Dr. Howard me dijo “No regrese. Ya no tiene cáncer”.

Una conclusión conmovedora para mi historia

Regresé al trabajo dos meses después de la cirugía y continué trabajando hasta que me jubilé dos años después, a los 69 años. Ahora tengo 80 años y me va de maravilla. Tomo enzimas, pero eso es todo. La lección que aprendí es esta: escuche lo que le dice su cuerpo y no ignore los síntomas. Sabía que algo no estaba bien y acudí al médico inmediatamente.

En 2014, regresé al consultorio del Dr. Howard con mi esposa Wanda. Él dijo: “Creí haberle dicho que no volviera”. Pero esta vez, la paciente era mi esposa. Ella se sometió a un procedimiento de Whipple en junio de 2014 y se le dio de alta una semana después. ¡Qué diferencia! El hospital dispuso que una nutricionista hablara con ella durante casi una hora. La nutricionista nos entregó muchos panfletos sobre la alimentación y regresó al día siguiente para ver si teníamos alguna pregunta.

A diferencia de lo que sucedió en mi caso, los ganglios linfáticos de Wanda no estaban libres de cáncer y ella falleció 15 meses después.

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